Era finales de febrero del 2008. Acababa de ver el debate económico entre Pedro Solbes y Manuel Pizarro para las elecciones generales de España [ recomiendo arduamente al lector visualizar de nuevo dicho debate que se encuentra colgado en las redes sociales]. En ese debate, uno de los debatientes intentaba tranquilizar a la ciudadanía que lo que estaba pasando simplemente era una ralentización del sector construcción e inmobiliario mientras que el otro estaba advirtiendo que se avecinaba una crisis importante.
Yo, por aquel entonces, era responsable comercial de una empresa industrial. Recuerdo nítidamente que durante los últimos meses del 2007 y principios del 2008 era habitual que nuestra financiera nos enviara un fax semanalmente reduciendo la cobertura de alguno de nuestros clientes.
En cuestión de dos meses, lo que era un comunicado semanalmente se convirtió en un aviso diario y para septiembre del 2008 se transformó en unos tres faxes diarios reduciendo las coberturas de nuestros clientes.
Recuerdo nítidamente, que, en mi caso particular, que, en cuestión de solamente tres meses, pasé de una euforia descontrolada por los buenos rendimientos económicos de mis inversiones y por el buen desempaño laboral cómo responsable comercial, a peligrar por mi trabajo y por mi salud financiera. Reconozco, no lo vi venir. Me confíe. Me pilló con el pie cambiado a pesar de que había voces que indicaban que la cosa se estaba poniendo muy fea. Y esta introducción me lleva al título del artículo.
¿La cantidad de clientes que hay en un bar es síntoma de la buena o mal situación económica de un país? Y es que esta pregunta viene precedida de un debate que tuve la semana pasada con otros inversores y especuladores y uno de ellos, reafirmando su posición, argumentó que los bares están llenos de gente consumiendo y que los fines de semana las familias marchan a segundas residencias, hoteles o casas rurales. Y que esto que está pasando durante 2022 es simplemente una corrección de los mercados bursátiles pero que no se traduce en la vida real. Otros inversores, por el contrario, indicaban que esto sólo acaba de empezar y que la bolsa está descontando una recesión bastante fuerte y que hemos sido los primeros en notarla pero que tarde o temprano acabará afectando al día a día de las personas y que pronto dejaremos de ver los barres repletos de clientes.
Sea cómo fuera, lo que tengo claro, es que, a diferencia del 2008, ahora dispongo de más experiencia y sé desgranar mucho mejor la información. Soy consciente cuando un Gobierno está “edulcorando” determinadas cifras macroeconómicas para maquillar los resultados [ ¿si lo hacen las empresas, porque no lo va a hacer un gobierno?]. A esto hay que sumarle la experiencia de comprobar durante todos esto años, que ningún organismo oficial ha sido capaz de acertar con los dos datos macro más importante: el PIB y la Inflación. Y, por último, sé que la ciudadanía puede cambiar drásticamente de opinión en pocas semanas.
Por todo lo expuesto anteriormente me siento muy cauteloso. Soy consciente que el SP500 lleva una bajada del 23% desde el máximo anterior y el Nasdaq ha llegado a caer un 34%. Si cogemos el histórico de datos, estamos hablando de caídas muy importantes en 6 meses. Y esto deber reflejarse en la economía real. No sé si los mercados seguirán bajando, quedarán laterales o volverán a máximos. Me iré adaptando conforme a mis criterios, evitando a toda costa la información sesgada que reciba por los medios de comunicación o por parte de los gobiernos o organismos oficiales.
Hoy puedo estar tomándome una cerveza en la terraza de mi bar favorito tranquilamente y muy “happy flower”. En 10 semanas puede que me encuentre en la cola de una ONG que reparte comida a los más desfavorecidos. La historia de los mercados financieros se escribe cada vez más rápida y los cambios nos pillan siempre desprevenidos.
Que tengan buenas inversiones.