Mucho se ha especulado sobre cuáles serían las consecuencias económicas tanto para España como para Cataluña si la independencia de ésta se lleva finalmente a cabo. Sin embargo, poco se ha tratado sobre el problema de la moneda que se utilizaría en la posible República de Cataluña.
Hay varias opciones sobre la mesa; seguir con el euro, algo que varios países miembros ya han rechazado si la desconexión de España se hiciera real, y por otro lado adoptar la moneda común sin el respaldo de la Unión Europea. Existen de hecho varios ejemplos de países que fuera de la Unión Europea tienen potestad para utilizar el euro: Andorra, San Marino, Mónaco y Ciudad del Vaticano, que pueden emitir una cantidad de monedas y billetes al año de forma legal.
En cualquiera de los casos, Cataluña perdería el control de la política monetaria. La pretendida república tendría que renunciar a los beneficios que tienen a su disposición los países miembros con el Banco Central Europeo (BCE). No podría percibir ayudas o estímulos monetarios a la hora de sufragar posibles recesiones o deflación, y estaría indefenso a la hora de tomar medidas para frenar un sobrecalentamiento de la economía y la consecuente subida de precios.
En el caso de Reino Unido, el problema de la divisa no es tan grande, ya que la libra es una moneda fuerte que no depende de los organismos europeos, sin embargo el Brexit hará mella en la cotización de esta debido a las implicaciones que supone la salida de la UE. En cualquier caso, son efectos pasajeros para una divisa consolidada históricamente y cuyas fluctuaciones y volatilidad son más que conocidas.
¿Crear una moneda propia?
Es otra de las posibilidades que se encuentran encima de la mesa, pero las implicaciones económicas son, hasta cierto punto, impredecibles. Una de las cuestiones más importantes es saber cómo conseguiría el banco central catalán proteger su divisa para evitar un desplome de la moneda.
Además, el nuevo banco central necesitaría quien respaldase la divisa, ya que Cataluña no posee reservas ni de oro ni de otras monedas internacionales.
Otro punto en su contra es el petróleo, que afecta a la economía por medio de los precios de la energía y de los transportes. El banco central tendría que aplicar unos tipos de interés muy altos, atraer capitales y frenar el avance de la inflación, provocando una caída de la economía.
Bajo esta serie de condicionantes, la independencia de Cataluña sería prácticamente inviable económicamente, ya que no solo depende de las leyes constitucionales que rigen en España, si no que en un mundo globalizado (y más financieramente hablando) va más allá de nuestras fronteras y de lo que la propia economía catalana es capaz de sustentar.