Artículo escrito el 20/04/20
Para el momento en el que escribo este artículo, el precio del Petróleo para el contrato de mayo del año 2020 es 0 dólares por barril. Un hecho histórico en los mercados internacionales. Una huida despavorida de compradores hacia el contrato de junio provocó una verdadera y real capitulación del barril de petróleo. Si retrocedemos el tiempo y le contamos detalladamente este episodio a cualquier experto petrolero, seguramente la palabra “apocalipsis” pasaría por su cabeza. Los que vivimos hoy es sin duda algo único y registrar estos momentos debidamente formará parte de la historia de los mercados mundiales de materias primas. Oficialmente el 20 de abril de 2020 nunca será olvidado.
La política de países monoproductores, al menos en el corto plazo, fracasó. Como tan cierto es que nunca debió haber nacido. Nunca en la historia un país debió haberse consumado como monoproductor y mucho menos de un commotie como el petróleo. Las materias primas a lo largo de la historia han sido volátiles y no son pocos los casos de colapsos o burbujas desproporcionadas que terminan provocando cuantiosas pérdidas económicas al final.
Sin embargo, la situación actual del crudo era previsible, y la dinámica de precios se mantuvo lo suficiente como para que las economías sustentadas en el crudo pudieran buscar refugio en mercados más estables y diversos, pudiendo así crear una economía sana que pudiese surfear sin mayores impedimentos una situación crítica en el mercado petrolero mundial.
Como lo comenté en el artículo anterior, de título homónimo a este, el petróleo durante muchos años sirvió como motor impulsor de proyectos políticos fallidos, muchas veces alejados del moderno ideario democrático, violadores de libertares, descaradamente irrespetuoso de los derechos ciudadanos, y en todo el mundo los representantes de estos proyectos eran bien recibidos pues los lobistas ávidos de petrodólares nunca dejaron de hacer su trabajo de la mejor manera.
Los arquitectos del horror cimentaron las bases de estados totalitarios navegando sobre un mar de petrodólares que tan pronto sació su necesidad interna dispuso sus baterías bélicas al servicio de la geopolítica internacional. Rusia, Irán, Venezuela, Cuba (que no es un país productor pero expolia petróleo de Venezuela) liderando el eje antiamericano y antioccidentalista.
Otros más moderadores en el mundo geopolítico pero con regímenes políticos despóticos como Arabia Saudita o Emiratos Árabes Unidos, erigiendo palacios de oro sobre la lluvia de petrodólares extraídos del mercado internacional desde que los precios comenzaron su espiral exponencial al alza. El caso de México, quien llegó tarde a la fiesta, enarbolando las mismas banderas que Venezuela en 1998 bajo el incipiente proyecto de Chávez, pero esta vez bajo bajo la mirada codiciosa AMLO, el último líder socialista-populista de la región.
El petróleo, más allá de financiar proyectos faraónicos de la mano de jeques billonarios, poco ha aportado al verdadero desarrollo de los ciudadanos de los países productores. Ejemplos puntuales y minoritarios como EAU solo han servido para mejorar la calidad de vida de sus habitantes, sin representar esto una verdadera mejora en los niveles de instrucción, derechos, e igualdad de oportunidades competitivas y ante la ley de los mismos.
El caso más emblemático, Venezuela, el país más pobre del mundo, con menores libertades económicas y personales, devenido en un narcoestado luego de haber sido el receptor de más de 1.600.000.000.000 dólares durante los últimos 18 años.
El más reciente colapso del contrato de Mayo de Light Sweet Crude Oil en los mercados de EE.UU. es un aviso de advertencia de que el mercado petrolero está gravemente enfermo, como el resto del mundo. La estrategia saudita de inundar el mercado de petróleo barato, hartos ya de los desmanes perpetuados por Rusia e Irán principalmente, aupados por los petrodólares, desestabilizando la región en pro de un proyecto geopolítico alejado de los intereses occidentales, sumada a la crisis del COVID-19 y la caída desproporcionada de la demanda de petróleo y sus derivados, junto a un gran superávit en los inventarios, crearon la tormenta perfecta para un escenario impensado hace tan solo 3 meses.
Si bien en este momento el contrato de Light Sweet Crude Oil del mes de junio se mantiene sobre los 20 dólares levemente, es muy probable que la inercia bajista del mercado provoque también que el sentimiento correctivo migre a este contrato que ha servido de refugio a quienes mantienen posiciones a mediano plazo.
El mundo se recuperará del COVID-19, la humanidad volverá a su ritmo habitual pero en una economía golpeada, diferente, temerosa. Volveremos a una vida donde el fantasma de un nuevo brote nos acompañará como nuestra sombra a cada esquina. La industria petrolera, y casi todas las grandes industrias en general, no volverán a ser las mismas.
Con fuertes medidas de distanciamiento, mermados en su capacidad humana, alejados de los objetivos trazados a principios de año, con niveles de demanda en su mayoría mermados y una posible recesión en puertas, será muy difícil. El mundo se adentra a una nueva realidad donde nada volverá a ser como antes, y esperemos que la industria petrolera pueda recuperarse, repensarse y reconstruirse; con mejores ideales, directrices y prioridades. Sobre todo aquellos inherentes a lo único que realmente importa en este mundo: el bienestar, la libertad y el progreso de las todas personas.