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El pinchazo de la burbuja del teletrabajo

Publicado 28.09.2022, 12:53
Actualizado 09.07.2023, 12:32

La pandemia del coronavirus hizo que tuviéramos que cambiar de forma inmediata nuestra forma de trabajar e, incluso, muchos de nuestros hábitos laborales. Muchas empresas se beneficiaron de esta situación, ya que contaban con un alto grado de especialización. La altísima demanda disparó sus valoraciones, impulsadas por la mejora en los resultados y unas expectativas de crecimiento basadas en una situación que no se sabía cuánto tiempo se podría prolongar. Entre estas empresas destacan, por ejemplo, compañías de streaming, como Netflix (NASDAQ:NFLX); de equipamiento deportivo, como Peloton (NASDAQ:PTON); o de videoconferencias, como Zoom.

Pero en cuanto las empresas comenzaron a llamar a los trabajadores de vuelta a la oficina y las personas recuperaron sus actividades de ocio, la mayor parte de estas empresas se desplomaron. Incluso, algunas de ellas cotizan por debajo de los niveles previos a la pandemia, puesto que en el momento en el que empezaron a crecer de manera vertiginosa aumentaron su estructura de costes de tal manera que cuando se evaporaron los beneficios, sus pérdidas se hicieron más grandes.

Esta caída se aceleró todavía más ante el proceso de desaceleración que está sufriendo la economía a nivel global. Los extraordinarios estímulos de gobiernos y bancos centrales para combatir la pandemia generaron una demanda que el mercado no fue capaz de corresponder. Los problemas en las cadenas de suministro y la inflación se agravaron con la guerra, lo que ha obligado a los bancos centrales a subir los tipos de interés de manera agresiva.

Este clima de incertidumbre sobre las perspectivas económicas y el encarecimiento del dinero ha perjudicado fundamentalmente a las empresas de crecimiento, ya que suelen utilizar un alto grado de apalancamiento y están valoradas en base a unas tasas de crecimientos altas y un escenario de tipos bajos. En el caso del Nasdaq 100, que agrupa a las principales empresas tecnológicas de EEUU, se revalorizó cerca de un 150% desde marzo de 2020 hasta principios de este año. Desde entonces, aunque acumula una caída cercana al 30%, sigue cotizando por encima de los niveles previos a la pandemia.

No es el caso de compañías concretas, como el caso de Netflix, cuyas acciones han llegado a caer este año más de un 70%. Con una gran parte de la población mundial encerrada en su casa, el número de suscriptores en 2020 creció 36 millones, alcanzando más de 200 millones totales. La vuelta a la normalidad y el aumento de competencia provocó la primera pérdida de suscriptores trimestrales en más de diez años. Ahora busca alternativas para optimizar sus resultados reduciendo costes, tratando de perseguir las cuentas compartidas o estudiando la posibilidad de incluir publicidad en alguno de los tipos de cuenta.
 
 Gráfico: D1 Nexflix Fuente: xStation


El caso de Zoom fue muy simular. El teletrabajo obligó a las empresas y a las instituciones educativas a buscar servicios de comunicación a través de internet. Esta demanda también se vio impulsada por las personas que usaban la aplicación para seguir en contacto con sus amigos y familiares. Como la mayor parte de los ingresos de la compañía proviene de los planes de suscripción que contratan las empresas para sus empleados, en el momento en el que se empezó a volver a las oficinas, muchas de ellas dieron de baja el servicio. La valoración de Zoom nunca estuvo respaldada por sus resultados, sino por una expectativa de crecimiento que finalmente no se ha producido.

Grafico: D1 Zoom Video Communications Inc Fuente: xStation

Aunque el caso más flagrante lo encontramos en la empresa de equipamiento deportivo Peloton, que llegó a multiplicar el precio de su acción por nueve. Esta compañía vende, por un lado, bicicletas estáticas o cintas de correr y, por el otro, planes de suscripción con acceso a clases en directo, con la posibilidad de hacer ejercicio conectado con tus amigos. Para los amantes del deporte que estaban confinados en su casa parecía un plan perfecto, pero en cuanto volvieron a abrir los gimnasios, los clientes empezaron a cancelar los costosos planes.


Gráfico: D1 Peloton Interactive Inc Fuente: xStation

La euforia colectiva generó una enorme burbuja en este tipo de compañías, que no tardó en pinchar. Este fenómeno suele estar compuesto por cinco fases: la primera de ellas es el desplazamiento, que es un evento de cambio de paradigma, en este caso la pandemia. El segundo es el auge, los precios se empiezan a disparar ante las buenas perspectivas, lo que atrae a nuevos inversores sin la necesidad de que esté justificado. Al principio no se sabía cuánto tiempo podrían durar las restricciones o si volveríamos a una normalidad tal y como la conocíamos.  

La tercera es la euforia, donde los inversores empiezan a tomar decisiones irracionales pensando que la burbuja seguirá hinchándose. Este tipo de compañías no hacían más que aumentar el número de usuarios, por lo que los inversores descontaron mayores beneficios. La cuarta es el máximo, donde los precios alcanzan su punto más alto y algunos inversores empiezan a recoger beneficios. Por último, está el colapso, cuando los resultados empresariales empiezan a poner en duda las altas valoraciones y se produce una venta masiva.

Pero tras la tempestad, llega la calma. El desplome en los precios de las acciones ha devuelto a estas compañías a unas valoraciones más ajustadas a la realidad. Igual que en el pasado hubo un exceso de optimismo, ahora podemos estar viendo todo lo contrario. Pero hay oportunidades en muchas de estas caídas. La estampida de los inversores ha puesto el foco en compañías que tienen unos resultados que ya le gustarían a muchas otras. Sin ir más lejos, mientras Zoom mantiene unas perspectivas de crecimiento superiores al doble dígito, Netflix tiene unos beneficios anuales superiores a los 5.000 millones de euros.
 

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