La fuerza excesiva de la moneda se ha convertido en una vejación política tremenda para algunos bancos centrales en el último par de años. En Japón, el fondo de intervención del BoJ ha hecho la guerra de un modo colosal, dada la preocupación de Tokio sobre el impacto negativo que un yen sobrevaluado representa para la economía. Recientemente, el BoJ ha ampliado significativamente su programa de compras de activos implementando una meta de inflación diseñada para demostrar que está decidido a luchar contra los efectos deflacionarios de la moneda. En Suiza, el SNB ya ha puesto en marcha un techo para el EUR / CHF de 1,20 hace seis meses y se comprometió a protegerlo con "ilimitado capital".
Además, en Brasil, el Banco Central ha estado comprando dólares para frustrar fortaleza de la moneda, junto con su fondo de riqueza soberana. Tanto Brasil y Suiza han empleado el lenguaje militar para describir la naturaleza crítica de sus operaciones de divisas. En agudo contraste, los banqueros centrales son reticentes a tener una perspectiva muy diferente. El RBA se siente mucho más relajado, con su moneda muy alta. En un discurso pronunciado antes de ayer, el vicegobernador del RBA Lowe afirmó con razón que "es difícil hacer una estimación errónea sobre la situación del tipo de cambio en nuestro país ", porque es esencialmente coherente con el auge de los términos de intercambio (la relación entre precios de exportación e importación). Como resultado, Lowe afirma que "el obstáculo para la intervención es bastante alto". Para los traders internacionales y los comerciantes, esta actitud de no intervención hacia la moneda es una gran atracción.
En las principales economías avanzadas, los bancos centrales han ido deliberadamente degradando sus monedas por algún tiempo con unos fines muy específicos. Por otra parte, algunos han estado preparados para llevar a cabo una intervención masiva para evitar la fortaleza de la moneda específica. Este enfoque de laissez-faire a la moneda refleja muy positivamente el rumbo de RBA. Los administradores de reservas de divisas y de fondos soberanos, en particular, están enamorados de las monedas que los bancos centrales permiten flotar sin ningún impedimento. En estos días son pocas y distantes entre sí.