"En ciclos de mercados rotos, como ahora, las oportunidades de hacerse rico en un segundo o de perderlo todo en una décima de segundo, son numerosas. Todo depende del lado del qué estés en la trinchera. Es muy difícil. Ejemplo uno. Jugar y especular con futuros es poner en marcha la ruleta rusa. Dos, el más difícil todavía es jugar a la volatilidad. Conocí en el crash de 1987 a un afamado matemático que estaba corto en el S&P. El índice se bloqueó y el dinero le llovió del cielo. Otra gran gestor perdió todo en un segundo, por hacer lo contrario dos días después. Ya era tarde. Puedes perderlo todo o ganar mucho todo mientras sorbes una taza de café. Los que seguimos el día a día de los mercados buscamos con ansia el filón, el gran filón, la gran veta de oro. Pero muy pocos la encuentran. Hay actores que se mueren sin haber encontrado ni una sola pepita de oro en el río de la Bolsa y de los mercados".
"Llevo varias semanas pensando que quizá ese filón, esa gran veta de oro está en el rugido súbito de la volatilidad, en las dos direcciones, subida y caída. Ese rugido que hace tambalea el templo del dinero, el becerro de oro. El gran problema es cómo financiar el tiempo, la espera. No podemos olvidar que la volatilidad llevaba dormida muchos años hasta hace una semanas. Sin inmutarse con nadie ni con nada. También la volatilidad depende de la mano de dios, que mece la cuna de los mercados y de la Bolsa. Eso es lo que más miedo me da: el control de todo por esa mano. Somos guiñoles en y de casi todo. Y por supuesto, en el mundo de la inversión y de la Bolsa. Insisto, hay que tener bemoles para ponerse delante del toro de la volatilidad. Yo no los tengo. Creo que la mayoría de mis clientes, tampoco. Y eso, es, precisamente lo que me anima a pensar que la gallina de los huevos de oro, el gran pelotazo está en la volatilidad", me dice el CEO de una importante gestora de fondos.
Por su parte, dicen Fidelity que el miedo y la incertidumbre pueden acabar con las rentabilidades de las inversiones y el brote del nuevo coronavirus Covid-19, en especial por su impacto sobre las bolsas mundiales, constituye un buen ejemplo de ambos. La bolsa estadounidense se dejó más de un 4% ayer jueves, después de varias sesiones de fuertes caídas.
a volatilidad está aumentando en todo el espectro de activos de riesgo ante la preocupación que despierta entre los inversores el hecho de que el brote que comenzó en China siga extendiéndose a más países de todo el mundo y amenace con dañar la actividad económica. La atención de los inversores está dirigiéndose hacia la posible magnitud de la respuesta que van a dar las economías afectadas por el coronavirus a través de sus políticas monetarias y de gasto.
En este sentido, China está marcando el camino con un paquete de estímulos proactivos, y se esperan más medidas. Las autoridades de Europa y EE.UU. probablemente sigan su ejemplo, pero se desconoce qué capacidad tienen para actuar y de qué forma abordarán los estímulos. La pregunta clave ahora es: ¿Cómo deberían responder los inversores ante este tipo de incertidumbre y la volatilidad que genera?
Evitar los sesgos
En momentos como este, conviene identificar los sesgos conductuales y ceñirse a conjunto de principios fundamentales de la inversión. La respuesta más obvia ante este tipo de situaciones es el miedo, que es connatural al comportamiento humano y se ha desarrollado como forma de responder rápidamente ante el peligro. Sin embargo, el miedo no destaca precisamente por su capacidad para preservar las inversiones. Estas emociones son el producto de los sesgos cognitivos. Se produce un tipo de sesgo cuando los inversores se centran en las últimas noticias para tomar decisiones (sesgo de la experiencia reciente), en lugar de estudiar ejemplos históricos y adoptar una perspectiva a largo plazo.
Como dijo Warren Buffett: “Lo que aprendemos de la Historia es que las personas no aprenden de la Historia. Cuando los inversores se vuelven demasiado temerosos o demasiado ambiciosos, a veces se esconden detrás de la idea de que 'esta vez es diferente'. Generalmente terminan lamentándolo”.
El comportamiento gregario también es un sesgo muy enraizado que lleva a las personas a imitar los actos de un grupo más grande, confiando en la “sabiduría” de la masa, aun cuando esta actúa irracionalmente. Las señales de subida o bajada en los mercados impulsan a otros a actuar y seguir la tendencia, pero esto puede tener un efecto adverso cuando los mercados sufren volatilidad.
Al vender en un mercado a la baja, por ejemplo, cuando los mercados de China continental reabrieron después de las festividades de Año Nuevo, un inversor podría perderse una recuperación posterior. Del mismo modo, seguir a un rebaño en plena efervescencia hacia una burbuja puede provocar pérdidas a largo plazo.
Por último, los estudios han demostrado que los inversores son más sensibles a las pérdidas que a las ganancias, lo que genera comportamientos tendentes a evitar las pérdidas, en lugar de aprovechar al máximo las rentabilidades de la inversión. Lo anterior se agudiza especialmente cuando los precios de los activos caen.