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La crisis de los mercados emergentes: la 3ra y última fase de la crisis

Publicado 17.02.2014, 09:31
Actualizado 19.03.2019, 09:00

El arranque en negativo de este año fue una sorpresa para la mayoría de los inversores puesto que habíamos empezado el año nuevo con la euforia habitual, las expectativas de que el mercado bursátil cerrase 2014 con una subida de entre el 10% y el 15% y de que Europa y Estados Unidos siguieran avanzando en su recuperación. Sin embargo, llegó enero y de repente, los augurios sobre una posible crisis en los mercados emergentes han supuesto un duro varapalo en este primer mes del año incluso para los mercados desarrollados. Así que, la pregunta que cabe hacerse ahora es: ¿cuánto hay de realidad en esta amenaza de crisis de los mercados emergentes?

Personalmente, creo que es cierta. El mundo está atravesando un proceso de reequilibrio y los efectos secundarios son un menor crecimiento global, deflación en los mercados desarrollados y el debilitamiento de las divisas de los mercados emergentes debido a que el arma arrojadiza que son las divisas se contempla como la única opción factible para aquellas economías desesperadas por mantener el crecimiento en sus exportaciones. Todo ello provoca una desbandada de capital de los mercados emergentes y de renta variable conforme los inversores se van percatando del refugio seguro que brindan los bonos.

En este momento se está produciendo una enorme desaceleración estructural cíclica en todo el mundo: Asia, que ayudó a la economía global, prácticamente en solitario, a sobrellevar la crisis desde 2008 hasta 2012, ahora está empezando a frenarse de forma proactiva. China, que acaparó el 36% del crecimiento mundial en 2012, ahora persigue reducir su economía sumergida, combatir la corrupción y recapitalizar los bancos para asegurarse un aterrizaje seguro a medida que la expansión del crédito se va aplacando. El resto de Asia, que supone un 24% del crecimiento mundial, ahora se enfrenta a déficits por cuenta corriente con los que tendrá que lidiar. Durante 2013, muchos de estos países, en concreto, los Cinco Frágiles (Sudáfrica, India, Indonesia, Turquía y Brasil) vieron como sus divisas se desplomaban estrepitosamente cuando sus necesidades de financiación, hasta entonces estables, se convirtieron en déficits ingentes que les hicieron aún más dependientes de los inversores extranjeros y la política monetaria internacional. Los países BRIC, en conjunto, pasaron de tener un superávit del 5% en el PIB antes de la crisis a cubrir gastos a duras penas, siendo China, con superávit, la única excepción dentro de los BRIC.

Lo que debemos saber sobre la inversión en países emergentes es que cuando se compra una cartera de bonos de ME, como los ELMI, el 100% del retorno procede del refortalecimiento de la divisa. Algo parecido ocurre cuando compramos renta variable de ME: el 70% del retorno procede de la revalorización de la divisa. Así pues, en este momento, todos los países emergentes persiguen debilitar /devaluar sus divisas, así pues, los inversores no tienen motivación alguna para comprar y financiar a los mercados emergentes. ¿Por qué comprar entonces una cartera en ME cuando el 100% de los bonos y el 70% de la renta variable "no va a dar resultados" de acuerdo con las declaraciones del gobierno y de los bancos centrales siempre preocupados por su crecimiento y cuenta corriente? En otras palabras, la política a corto plazo de devaluar las divisas para aumentar la competitividad ha acabado con cualquier motivación de los inversores para comprar ME. Arranca un círculo vicioso.

Ésta es precisamente la razón por la que la crisis de los mercados emergentes no va a desaparecer. Si el objetivo es conseguir que entre capital en los mercados emergentes, entonces el gobierno tiene que dejar de devaluar sus divisas y adoptar las reformas necesarias para estabilizarlas. En lugar de esto, lo que estamos presenciando es una competición entre los gigantes de la exportación por tener "la divisa más débil". El problema es que todos no podemos tener superávit en la exportación al mismo tiempo, alguien tendrá que importar. Los países con mercados emergentes han pasado de ser economías agrícolas a gigantes de la exportación, con una cierta ventaja gracias a los bajos salarios y escaso poder adquisitivo. Sin embargo, a medida que estas economías crecen, también se amplía su clase media, que busca productos algo más caros, a menudo importados. Esto provoca que la balanza comercial entre en déficit y, pasados unos años, también la cuenta corriente que necesita inversores extranjeros para acercar la brecha entre el aumento del consumo en los países emergentes y las exportaciones.

Por supuesto, siendo éste el problema, lo que realmente ayudaría a estas economías es realizar las reformas necesarias y elaborar un programa para reducir su dependencia de las exportaciones. Sin embargo, esto no tiene visos de ocurrir pronto, sobre todo porque en muchos de estos países habrá elecciones en 2014. Año de elecciones significa que no habrá nuevas reformas y que la política estará diseñada para alimentar las expectativas de los votantes lo que, en el caso de los países emergentes suele significar subvenciones estatales de alimentos y energía. Algo que no ayuda a mejorar los desequilibrios, más bien lo contrario.

Por último, creo que debemos abrazar esta crisis de los mercados emergentes: se trata de la fase final de esta crisis/reequilibrio. De una parte, esta crisis demuestra que los países emergentes son menos competitivos y necesitan estabilizar sus economías y, de otra , que "alguien" está sacando provecho de todo esto (los datos de la balanza por cuenta corriente están en cero). Ese "alguien" es Estados Unidos y Europa. Estados Unidos está aprovechándose de los bajos costes energéticos en comparación con el resto del mundo (el gas de esquisto ha hecho que el gas natural cueste la mitad que el gas natural europeo) y, por su parte, Europa se aprovecha de la mano de obra barata y pronto también de la deflación en los precios. El mundo está sencillamente más equilibrado que antes de la crisis, así que, cuando realmente llegue la recuperación vendrá de la mano del equilibrio, de un menor apalancamiento y más transparencia, una muy buena noticia para la próxima década, cuando la crisis por fin se haya acabado. Esta fase final de la crisis llega después de la crisis bancaria e inmobiliaria en Estados Unidos (2008/2010), y la crisis de deuda europea (2010/2012).

Hasta este momento, Asia había conseguido sortear la crisis y, mientras las economías del resto del mundo se frenaban, Asia seguía disfrutando de coeficientes de inversión muy elevados. Una inversión que procedía en gran medida de Europa y Estados Unidos y que significó una ralentización del crecimiento en las economías nacionales europeas y estadounidenses, pero también un aumento en la demanda extranjera, gracias a las exportaciones a Asia. Ahora, estos mismos niveles de inversión hay que ajustarlos a la baja con arreglo a la bajada del crecimiento en Asia. El precio que tendremos que pagar será la desaceleración generalizada y la bajada en la inflación. Los países emergentes necesitan tiempo para recuperar el equilibrio y llegar a un punto en el que se imponga una exigencia real de cambio. Las señales que apuntan a una cierta manipulación de las divisas indican que estamos cerca de conseguirlo, pero aún queda un largo camino.

El retorno en nuestras carteras por inversión en mercados emergentes y sus divisas a finales de 2014 es posible que dependa más de cómo acaben los pares USD/TRY, USD/IDR, USD/INR y USD/MXN que de lo que hagan Yellen y el FOMC. En mi opinión, es algo positivo.

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