Sin lugar a dudas, 2017 ha sido el año de la fiebre de las criptomonedas. No hablamos solo del bitcoin, que no ha cesado de acaparar titulares con ganancias capaces de provocar infartos, sino también de otras muchas divisas digitales como el ripple o el litecoin, que aunque que parezca difícil de creer, han tenido revalorizaciones incluso mayores porcentualmente hablando.
El solo hecho de poseer un activo con la etiqueta de criptomoneda podría haber arrojado un valor de miles de puntos porcentuales de ganancia para un inversor, independientemente del protocolo tecnológico de la moneda digital. Sin embargo, durante los últimos días de 2017, se ha producido una oleada masiva de ventas.
Esta gran corrección vivida en el última semana es un indicador de que el sentimiento del mercado hacia el bitcoin y sus criptomonedas hermanas se está enfriando y que dicha moderación podría ser la tendencia general del mercado durante el próximo año.
Además, estamos viendo como significativas entidades de lo que podríamos considerar como 'economía convencional' están empezando a entrar en el mundo de las criptomonedas. Este mismo mes, tanto CME como CBOE han comenzado a emitir contratos de futuros sobre el bitcoin; además, son varias ya las organizaciones financieras e incluso bancos centrales que empiezan a adoptar diversas tecnologías y apoyan oficialmente (o incluso emiten) su propia variedad de criptomoneda.
A medida que la aceptación de las criptodivisas en la economía tradicional va en aumento, podremos ver cómo va llegando la calma que sucederá a la “cripto-tormenta”.
De este modo, esperamos que la mentalidad de los inversores evolucione del 'buffet libre' actual a algo más parecido a un usuario “gourmet” de la tecnología, en donde los inversores serios busquen y demanden las tecnologías digitales más prometedoras y pioneras. A raíz de este cambio, es probable que los inversores más pequeños también intenten obtener una mayor comprensión de las diferencias entre las distintas tecnologías.
En nuestra opinión, uno de esos activos que podría acaparar más atención en 2018 es el IOTA (del término en inglés “Internet of Things”), del que ya hemos escrito en anteriores ocasiones. El desarrollo que han conseguido los fundadores de esta criptomoneda es remarcable, sobre todo para haberlo hecho fuera del protocolo de la cadena de bloques, usando una tecnología llamada “Tangle”. De hecho, el IOTA es la primera criptodivisa que desarrolla una tecnología que no sea blockchain, pero también se mantiene descentralizada.
Debido a que este “Tangle” no depende de los mineros para verificar las transacciones, tampoco necesita tarifas de transacción, lo que permite incluso micro transacciones, y a diferencia de la mayoría de las monedas basadas en blockchain, la red IOTA requiere una cantidad mínima de GPU/CPU (potencia de cálculo) para que pueda ser administrada en cualquier dispositivo doméstico.
Creemos que estas características ponen al IOTA en camino a convertirse en "el próximo bitcoin", pero con más estabilidad y menos volatilidad. Durante 2017, IOTA “solo” se revalorizó un 450%, pero logró mantener un ritmo de crecimiento relativamente sólido con máximos moderados y mínimos medidos.
Actualmente, el IOTA es la sexta moneda alternativa más popular, con una capitalización bursátil de 10,25 millones de dólares, y creemos que se colocará entre las cinco primeras a fines de 2018.