La mañana del 3 de septiembre del 2020, mientras seguía con mi rutinaria tarea de estar observando los gráficos de los índices americanos repentinamente tuve el siguiente pensamiento “si han llegado hasta aquí, seguro que lo llevan hasta los 30.000. Es que sino, no tendría sentido. Sería como si un ciclista se diera media vuelta a 1.000 metros de llegar a la cima del Tourmalet y no finalizar una etapa de 250 km y 4 puertos de primera categoría en el Tour de Francia”.
Este pensamiento se produjo el día que el Dow Jones estaba en 29.100 puntos. Dos meses después, justo el día del comunicado de la vacuna de Pfizer (NYSE:PFE), el Dow Jones llegó a los 30.000.
Y es que, tras varios años delante de las pantallas viendo gráficos durante horas y horas uno acaba desarrollando un sexto sentido sobre los mercados y su “funcionamiento”. Otros lo definirán como destreza o habilidad para operar, pero a mí me gusta el concepto de sexto sentido o intuición.
Este sexto sentido que, aunque tu sistema de inversión o trading te marca comprar o vender en tal activo en un precio concreto con sus correspondientes stop de pérdidas y ganancias, te está susurrando todo lo contrario. Sabes que, si vas a abrir la posición tal y como marca tu sistema, inmediatamente te va a invadir una emoción de incomodidad.
Y generalmente cuando existe esta dualidad entre lo te que marca el sistema de trading y lo que marca tu intuición, el partido siempre lo gana el sexto sentido.
Lo que quiero transmitir con esta historia es lo siguiente:
- Que cuando un profesional se pasa 12 horas al día 256 día al año durante varios años observando el mercado desde una posición de no juicio, asumiendo y aceptando la legitimidad propia del mercado acaba adquiriendo un sexto sentido (habilidad o intuición) que le permite llegar a conclusiones correctas aun sin tener suficiente información.
- Que existen profesionales del trading o de las inversiones que, solamente observando el precio y viendo cómo evoluciona, sienten el “latido del precio” y son capaces de realizar grandes operaciones. No necesitan ni de medias, ni de RSI, ni de MACD, ni de Fibonacci. Su ojo está tan entrenado que es capaz de saber si el siguiente máximo relativo que se produce generará divergencia con el RSI, sin tener este indicador en la pantalla. O, por ejemplo, si es capaz de saber por dónde pasa la media de 200 aun no teniéndola graficada en la pantalla. Llegar a este nivel requiere de muchos años delante de la pantalla y de haber desarrollado un nivel de consciencia (y aquí hay que diferenciar lo que es conciencia de lo que es conocimiento) muy elevado.
Me gustaría conocer sus experiencias. ¿Les ha pasado alguna vez algo parecido? ¿Ha tenido alguna vez una corazonada o intuición que va en contra de lo que marca su sistema de inversión? Espero sus aportaciones.