Es políticamente correcto decir que “los Blockstream boys quizás estén equivocados, pero actúan de buena fe”. Bien, dejemos lo políticamente correcto para quienes tengan algo que ganar con la política y digámoslo sin rodeos: ninguna persona que confía en el mérito de sus ideas y en su capacidad de convencer a otros con buenos argumentos necesita recurrir sistemáticamente a un amplio abanico de malas artes (engaño, censura, corrupción, vandalismo, intrigas, calumnias, difamación, etc.) para defender su postura. Si aplicamos la Navaja de Ockham al desconcertante proceder de la gente de Core, nos queda recortada una única explicación plausible: les pagan para impedir la escalabilidad del bitcoin.
¿Pero cómo es posible que tanta gente haya caído en la trampa del blockstream/core? La respuesta es inquietante… (Advertencia: en este vídeo, Roger Ver muestra un experimento que puede herir tu sensibilidad).
Irónicamente, este vídeo fue censurado en YouTube como resultado de la acción coordinada de un enjambre de cuentas títere dedicadas a remover cualquier pieza de información que contradiga el discurso criptoleninista. ¡Buen trabajo, blockstream/core! Pero tendrán que esforzarse más.
Para frustrar el proyecto de Satoshi Nakamoto no basta con acosar a los partidarios del diseño original del bitcoin; es necesario bloquear completamente las telecomunicaciones a nivel global. En caso contrario, la gente seguirá enterándose de los beneficios del libre mercado aplicado a la moneda, y huyendo del Gulag dominado por el blockstream/core.
Igual pueden intentarlo. Con suerte les irá mejor que a la Iglesia católica cuando intentó reemplazar la imprenta de Gutenberg con una máquina que solo admitía la impresión de textos aprobados por el Papa.