Hoy voy a hablar, dentro del ámbito de las finanzas conductuales o behavioral finance, sobre la codicia ingenua, la última de las tres emociones, junto con la impaciencia y el orgullo, que, en mi opinión, contamina a los inversores en su toma de decisiones financieras.
Muchas personas suelen fascinarse fácilmente por el consejo fácil para conseguir el “pelotazo”, el “chollo”, el beneficio rápido. En una conferencia en Sevilla me quedé fascinado con que la emisión de bonos de la Nueva Rumasa, a un tipo de interés muy elevado, se colocara en su totalidad en pocas horas. Luego me sorprendí que eso me sorprendiera. Es la condición humana. Aceptémoslo. Es el “deseo de ser engañados cuando la mentira es agradable”. La gente que invirtió en esos bonos no se fijó en el riesgo histórico y probado del emisor si no solo en la rentabilidad ofrecida. La codicia produce ceguera parcial i suele aparecer con un disfraz de ingenuidad.
No lo duden, si renaciera la Nueva Novísima Rumasa y emitiera bonos a tres años al 15% de interés anual, se colocarían entre codiciosos camuflados de ingenuos en pocas horas.