Vladislav Púnchev
Petrich (Bulgaria), 10 jun (EFE).- Bulgaria es la inesperada salida para muchos griegos a la profunda crisis en su país, un lugar al que mudar su negocio, para hacer compras baratas o incluso para vivir de forma más desahogada con una pensión.
La pequeña ciudad de Petrich, a apenas 16 kilómetros de la frontera con Grecia y a unos 180 kilómetros al sur de Sofía, se ha convertido en los últimos meses en un refugio para los empresarios griegos que quieren escapar de la incertidumbre política y económica de su país.
El principal atractivo son los bajos precios en Bulgaria, que junto a Rumanía es el país más pobre de la Unión Europea (UE), y cuya renta per cápita de alrededor de 8.000 euros está muy por debajo de la de Grecia, de unos 23.000 euros.
Más de una cuarta parte del total de las casi 2.900 compañías griegas en Bulgaria se han registrado en los últimos meses, todos ellas en la parte sureña del país y casi siempre en Petrich, con 33.000 habitantes, según informaron a Efe fuentes de la Agencia Tributaria en Sofía.
Y añadieron que la tendencia a establecerse en esa ciudad, con un 7 % de paro, va en aumento y eso se nota en las propias calles, ya que la mitad de los carteles de las peluquerías, clínicas dentales o supermercados están escritos en grafía cirílica y griega.
"Empezaron a venir hace dos o tres años, primero para crear talleres textiles. Actualmente son más de 50 talleres, aquí o en los pueblos de alrededor. Cada uno ofrece trabajo para al menos 50 habitantes locales que cosen ropa de marca para grandes compañías europeas", declaró a Efe Vasil Costenarov, propietario de una agencia inmobiliaria en el centro de la ciudad.
Uno de los amigos con los que estaba conversando antes de dar esos detalles es un empresario griego que abrió una tienda de sábanas y cortinas de producción local, explica Costenarov, que ha aprendido griego para comunicarse con el creciente número de empresarios que viajan a la ciudad.
Los griegos, afirma, buscan alquileres de centros de producción de material de construcción, botellas de plástico, ventanas y puertas de diferente material, papel higiénico o elementos electrónicos.
"Y también alquilan apartamentos para vivir con su familia. El alquiler es más que atractivo para ellos: unos 150 euros al mes por un piso amueblado", revela Costenarov.
En los últimos meses asegura que se han mudado a la ciudad entre 200 y 300 jubilados griegos, cuyas pensiones cunden mucho más en Bulgaria, donde vivir con una jubilación de unos 500 o 600 euros permite un desahogo inimaginables en Grecia.
Su pronóstico es que después de las elecciones legislativas que tendrán lugar el 17 de junio, los griegos se atreverán también a comprar inmuebles -y no sólo a alquilarlos- para asegurar sus ahorros ante la posibilidad de que Grecia pueda salir de la zona del euro.
Y da el ejemplo de otro amigo griego suyo que ya ha comprado a través de su agencia un terreno ubicado al lado de la carretera en dirección a Sofía, y ha empezado a construir almacenes con la perspectiva de alquilarlos, posiblemente a compatriotas suyos.
Además de trasladar su negocio aquí, Costenarov afirma que los empresarios se llevan también consigo considerables sumas en metálico que prefieren depositar en bancos que operan en Bulgaria.
Costenarov explica que el gran atractivo para los griegos es el bajo nivel impositivo y los salarios muy bajos en comparación con Grecia. En Petrisch un sueldo mensual promedio se sitúa entre los 200 y los 400 euros.
"Aquí sabes que debes pagar un 10 por ciento sobre tus ganancias y esta cifra no se cambia cada mes. Y en Grecia te dicen todo el tiempo: nuevos impuestos y nuevos impuestos. Grecia se va a pique y nunca volveré a desarrollar mi negocio allá", confirma Haris Diamantoudis, un griego que abrió recientemente una pastelería en la ciudad.
Pero Petrich ofrece además otras soluciones para los griegos: los locales ya están acostumbrados a recibir autobuses de vecinos del país vecino que llegan de compras y se van con bolsas y bolsas de alimentos y ropa.
"Llegan cada miércoles y sobre todo los sábados, a veces llegan unos veinte autobuses o más. Los alimentos aquí cuestan la mitad que en su país", cuenta Ivan Stoimenov, propietario de una pequeña tienda de comestibles.
Estos turistas prefieren las grandes cadenas de hipermercados para comprar, pero él consigue beneficiarse también.
"A veces dejan en un día más de 400 euros en mi tienda, más que suficiente para vivir de forma digna durante todo un mes", añade el comerciante.EFE
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