En su columna mensual sobre criptotecnología, el emprendedor israelí en serie Ariel Shapira cubre las tecnologías emergentes dentro del espacio de las criptomonedas, las finanzas descentralizadas y blockchain, así como su papel en la configuración de la economía del siglo XXI.
El contrato, una obligación de que la parte A hará algo que la parte B desea a un precio que ambos han acordado como justo, es en muchos sentidos fundamental para el funcionamiento de la sociedad humana. Como testimonio de ello, incluso el rey Hammurabi, al que se atribuye la autoría de uno de los códigos legales más antiguos del mundo, consideró oportuno codificar las normas sobre los vínculos y las obligaciones contractuales entre los comerciantes y sus agentes.
Mientras que en la época del gran gobernante, los comerciantes confiaban sus acuerdos a tablillas de arcilla, los actuales confían cada vez más sus contratos en la cadena de bloques. Buscan aprovechar los contratos inteligentes, aplicaciones descentralizadas (DApps) almacenadas en la cadena como código ejecutable, que pueden ser puestas en marcha por cualquier usuario de la red. Los contratos inteligentes, que en su día fueron una innovación aportada por Ethereum, se encuentran ahora impulsando cientos de servicios financieros descentralizados (DeFi) en los que los usuarios confían en el código en lugar de en una entidad centralizada. Aunque las entidades centralizadas pueden realizar muchas de las mismas funciones, DeFi se basa en la idea de que la centralización fomenta la censura y la ineficacia, mientras que los servicios descentralizados son más abiertos, transparentes y seguros.