Ya es prácticamente un hecho. La inflación se salió de control y la Reserva Federal de los Estados Unidos tendrá que retirar liquidez del sistema antes de lo anticipado. Los precios están subiendo en todos partes. Las fallas en las cadenas de producción y distribución persisten. Claro que la inflación no es únicamente un problema estadounidense. Tenemos inflación en China, en Europa y en muchas partes. El fenómeno es global. Alimentos, energía, materias primas, inmuebles, autos usados, etc.
La Reserva Federal ha prometido reducir las compras de bonos. Lo que se conoce como “tapering”. Por otro lado, ya están sugiriendo la subida de las tasas de interés para julio del próximo año. En 6-7 meses. O sea, eso es prácticamente ya. La variante Omicron del coronavirus, las nuevas restricciones en Europa, y los anuncios en relación a la política monetaria han golpeado el ánimo de los inversores. ¡Sálvese quien pueda!
¿Esto significa el fin del ciclo alcista? Técnicamente, sí. Eso no quiere decir que no podamos tener esperanza. Todavía podemos seguir creciendo, pese a los próximos recortes de la Reserva. En primer lugar, tenemos los ingresos corporativos. Si la recuperación económica es un éxito y los negocios siguen haciendo dinero, esto podría mantener vivo el optimismo entre los inversores. Seguramente no creceremos al mismo ritmo que en tiempos de política monetaria laxa, pero sí es posible un crecimiento aceptable. En segundo lugar, tenemos el gasto fiscal. Es decir, el plan de Biden. Esta inyección de dinero podría impulsar el crecimiento económico. Y, de este modo, animar alzas en los mercados globales. Dedos cruzados.