El miércoles pasado se publicó un nuevo reporte de inflación en los Estados Unidos. El famoso y anticipado Índice de precios al consumidor (CPI, por sus siglas en inglés). Según el CPI, la inflación anual en el reporte para julio descendió a 8.5%, después de registrar un 9.1% en el reporte para junio. Esto se debe principalmente a una reducción en el precio de la gasolina. El precio del galón, en estos momentos, se encuentra por debajo (en promedio) de los $4. De hecho, lleva casi dos meses bajando consecutivamente. Debemos recordar que desde el mes de marzo el precio del galón no paraba de subir. Pero, finalmente, alcanzó su máximo de $5.02 a mediados de junio. Ese descenso se debe a varios factores: a una reducción en la demanda debido a los altos costos, a una reducción del precio del petróleo debido a la desaceleración económica mundial y a una suspensión de impuestos en algunos estados.
El Senado estadounidense aprobó La Ley de Reducción de la Inflación. No podemos decir que se aprobó en consenso bipartidista. De hecho, los conservadores no están muy contentos. Tampoco podemos decir que la ley hace mucho para reducir la inflación a corto plazo. Su nombre es más un titular y no necesariamente es un reflejo de su contenido. Sin embargo, representa una victoria política para Biden y los demócratas. No es una ley sin fallas. Pero su enfoque en el cambio climático, la salud y la reforma tributaria ha sido aplaudido por muchos expertos. Los ambientalistas, en particular, están muy satisfechos con la moción.
Wall Street y criptolandia están disfrutando de un nuevo optimismo basados en los avances en la lucha contra la inflación. Claro que Bitcoin, hasta ahora, no ha podido romper por encima de los $25K. A pesar de las buenas nuevas en torno a la inflación y la llegada oficial de la gigante financiera, BlackRock (NYSE:BLK), al ecosistema, los inversores están actuando con cautela. Porque es muy posible que el mercado esté cantando victoria antes de tiempo. En mi opinión, hay una exageración. Cierto que la inflación está bajando. Y, en consecuencia, eso eventualmente podría significar que la Reserva Federal de los Estados Unidos no tendría que ser tan agresiva a la hora de subir las tasas de interés. Sin embargo, no podemos subestimar lo largo y complejo que resultará el proceso de llevar la inflación de vuelta a un 2%. En otras palabras, no podemos contar los pollitos antes de nacer.
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