Jairo Mejía
Tokio, 10 mar (EFE).- Japón inaugura mañana, jueves, un tercer
aeropuerto para Tokio que nace con escasez de aviones, en plena
apuesta del nuevo Gobierno por reducir sus faraónicas obras públicas
a favor de políticas sociales para una población envejecida.
El aeropuerto de Ibaraki, a 80 kilómetros de Tokio, se ha
convertido en un ejemplo de la inclinación del Gobierno de Japón por
confiar a las infraestructuras el crecimiento económico, lo que a
menudo ha sido criticado como un desperdicio de recursos.
El nuevo aeropuerto, el número 98 del país, ha costado 22.000
millones de yenes (179 millones de euros) y espera unas pérdidas en
su primer año de 20 millones de yenes (163.365 euros), a pesar de
que quiere convertirse, junto con los aeropuertos de Narita y
Haneda, en una puerta "secundaria" de entrada a Tokio.
Ibaraki tendrá que sobrevivir sin la participación de Japan
Airlines y All Nippon Airways (ANA), que controlan el 90 por ciento
de los vuelos nacionales, y tampoco ha sido fácil conseguir el
compromiso de las dos aerolíneas que lo utilizarán.
Este antiguo aeródromo militar a hora y media de Tokio acogerá
desde mañana sólo un vuelo de ida y vuelta diario a Seúl-Incheon con
la compañía surcoreana Asiana, mientras que desde mediados de abril
la aerolínea de bajo coste nipona Skymark operará un ruta hacia Kobe
(centro).
Japón, desde el estallido de la burbuja inmobiliaria a finales de
los 80, fomentó durante años el crecimiento de su economía con la
construcción de autopistas, redes de ferrocarril únicas en el mundo,
puentes y aeropuertos.
Ahora, sin embargo, quiere reconducir esta estrategia debido a
una deuda que casi duplica el Producto Interior Bruto (PIB) y a una
población envejecida.
Según dijo a Efe el profesor de Ingeniería Civil de la
Universidad de Tokio, Yozo Fujino, "en algunas regiones cada vez
menos pobladas habrá necesidad de demoler algunas infraestructuras
por la falta de uso", aunque matizó que "siempre serán necesarias
inversiones para mantener las construcciones buen estado".
Para Fujino, lo más importante es que el crecimiento de las obras
públicas sea sostenible y racional, y opinó que Japón ya no necesita
construir, como antes, grandes infraestructuras.
El gobierno del Partido Democrático, que llegó al poder en
septiembre con promesas de cambio tras más de medio siglo de dominio
conservador, ha presentado un presupuesto que invertirá cinco veces
más en políticas sociales (27,7 billones de yenes, 226.261 millones
de euros) que en infraestructuras.
El exceso de hormigón y una deuda en aumento han llevado al
primer ministro, Yukio Hatoyama, a replantearse su política
presupuestaria y reducir en un 18 por ciento los fondos destinados a
obras públicas, su nivel más bajo en 32 años.
Hasta este nuevo presupuesto, Japón había confiado gran parte de
su crecimiento en las constructoras y en ejércitos de trabajadores,
dedicados a construir una red de autovías y puentes faraónica y a la
vez deficitaria en muchas regiones cada vez más despobladas.
El nuevo Gobierno quiere dedicar más recursos al cuidado de sus
mayores, a las familias con hijos y a otras políticas sociales que
en su opinión tienen más impacto en la economía real.
El gobernador de Ibaraki, Masaru Hashimoto, reconoció
recientemente que el aeropuerto no será un negocio redondo y que el
proyecto tiene la intención de ser rentable en el largo plazo,
aunque en eventuales rutas domésticas tendría que afrontar la dura
competencia del tren bala o "Shinkansen".
El Ministerio de Transporte publicó ayer un informe que revela
que tan sólo 8 aeropuertos de Japón reciben el tráfico que habían
previsto, entre los que destaca el de Haneda-Tokio, que está siendo
ampliado mientras que Narita pierde peso por los 60 kilómetros que
lo separan de la capital. EFE
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