Aunque los ucranianos han encontrado formas de continuar con sus vidas, los constantes bombardeos, las bajas y las incertidumbres de los tiempos de guerra les han pasado factura. Estudios realizados poco después de que Rusia lanzara su invasión a gran escala en febrero de 2022, revelaron que el 55% de los ucranianos sufría un aumento significativo de la ansiedad y el 26% trastorno de estrés postraumático (TEPT).
"Nuestra lucha por la libertad y la democracia tiene un alto precio, un precio que pagamos no sólo en vidas, sino también en el peaje mental y emocional de nuestro pueblo", dijo el miércoles Oksana Zbitnieva, que dirige el centro coordinador del Gobierno ucraniano para la salud mental. "Esta es la realidad a la que nos enfrentamos en el corazón de la Europa del siglo XXI", añadió.
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Sin embargo, restablecer la salud mental en Ucrania es mucho más que ganar la guerra: también implica replantear todo el sistema, incluida la atención al paciente, la formación del personal, la investigación científica y la reforma jurídica, según un grupo de expertos en salud mental de 12 países que han trabajado con psiquiatras ucranianos para formular recomendaciones publicadas en la revista médica The Lancet Psychiatry.
Gran parte de ese trabajo consiste en incluir la salud mental en el orden del día. Según la Comisión de Psiquiatría de The Lancet, Ucrania gasta actualmente alrededor del 8% de su producto interior bruto (PIB) en atención sanitaria, de la que aproximadamente el 2,5% se destina a salud mental, principalmente para pacientes de hospitales psiquiátricos y cuidados de larga duración.
El enfoque institucional ucraniano de la atención a la salud mental es una reliquia de la era soviética, cuando el Estado convirtió en arma el sistema recluyendo a los disidentes políticos en hospitales psiquiátricos. Según el informe de la Comisión, estas instalaciones pueden albergar a unas 30.000 personas en la actualidad.
Hoy, Ucrania debe orientarse, según los expertos, hacia un modelo más basado en la comunidad, en el que las personas con problemas de salud mental comunes, como depresión y ansiedad, puedan recibir ayuda en entornos no especializados, como la consulta de su médico de cabecera, mientras que las personas con afecciones más graves reciban atención a través de centros de salud mental y otros socios.
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Estos servicios también deberían adaptarse a grupos específicos de pacientes, como veteranos, antiguos prisioneros de guerra y personas desplazadas de sus hogares y comunidades, señalaron.
Esa labor ya está en marcha, con una ley de salud mental que está estudiando el gobierno ucraniano. "La reforma en curso sustituirá la anticuada psiquiatría soviética por un sistema moderno", declaró Zbitnieva.
La Comisión fijó algunos objetivos para esta transición en los próximos cinco a diez años. Según los expertos, además de reducir en un 50% el número de personas ingresadas en hospitales y otros centros, habrá que multiplicar por 16 la capacidad de la atención primaria, triplicar los servicios de salud mental de base comunitaria (de 65 a 185 programas) y duplicar la capacidad de los centros ambulatorios.
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Según Dan Chisholm, responsable de Salud Mental de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para Europa, esto supondría un aumento del 45% del gasto público en salud mental, pero también un descenso del 37% en el gasto de bolsillo de los pacientes. El gasto público total en salud mental ascendería al 4,5% del presupuesto.
Formación e investigación
Según los expertos, el personal sanitario ucraniano también debe reforzarse para satisfacer las necesidades de la población, sobre todo teniendo en cuenta que la pandemia de COVID-19 y la guerra con Rusia perturbaron el sistema educativo y redujeron la cantera de futuros trabajadores de la salud mental.Recomiendan que los programas de residencia de los nuevos psiquiatras se amplíen de dos a cinco años, para ajustarlos a las normas europeas e indican que el desarrollo de la mano de obra también debería ir acompañado de mejoras en la investigación de alto nivel.
En la actualidad, menos del 0,5% de los presupuestos públicos se destinan a la investigación en salud mental, un nivel que deberá incrementarse para que tanto los científicos más experimentados como los que están por llegar puedan competir en la escena internacional.
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La Comisión de expertos quiere que la investigación ucraniana sobre salud mental esté apuntalada e integrada con el resto de la comunidad científica europea de aquí a 2030. El camino podría ser largo, pues el número de solicitudes de ingreso en las facultades de medicina ucranianas ha pasado de 25.200 en 2019 a unas 19.900 en 2023, lo que supone un descenso del 21%.
Además, dijo la Comisión, una mayor financiación gubernamental es probable que sea necesaria una reforma legal para lograr todos estos objetivos. Esto incluye la aplicación de leyes de salud mental que limiten las intervenciones involuntarias, como el internamiento en instituciones, así como la revisión del sistema de tutela de Ucrania, que incapacita legalmente a las personas con problemas de salud mental.
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Irina Pinchuk, presidenta de la Asociación Ucraniana de Psiquiatría y codirectora de la nueva Comisión de Psiquiatría de The Lancet, reconoció que "el plan para la salud mental ucraniana es ambicioso".
Pero los expertos de The Lancet no sólo quieren que los ucranianos se recuperen psicológicamente de la guerra: quieren que el nuevo sistema se convierta en un ejemplo para otros países que se replantean sus propios enfoques de la atención a la salud mental. "Es importante que construyamos este sistema sobre la base de los mejores datos y prácticas mundiales", afirmó Zbitnieva.