Rocío Otoya
Sídney (Australia), 8 sep (.).- Australia, cuyos últimos datos del PIB han hecho saltar las alertas sobre una posible recesión, se aferra a su prolífica industria minera para evitar, al igual que sucedió en 2008, ser víctima de una plausible crisis económica mundial, ¿Podrá lograrlo de nuevo?.
La economía del país oceánico, que lleva más de 27 años de expansión continua, creció un 1,4 % en el último ejercicio fiscal -que terminó el 30 de junio-, el resultado más débil en una década.
En ese momento, el resto del mundo sufría la sacudida de la crisis financiera que el país oceánico consiguió campear gracias auge minero y las medidas de estímulo adoptadas por Camberra.
Australia, que creció un 2,7 % en 2018, no ha experimentado un periodo de recesión desde los años 90, y los expertos creen, con matices, que seguirá esta línea a pesar de amenazas como el "brexit" o la disputa comercial entre China y EEUU.
"Aquellos que creen que entraremos en recesión están equivocados", declaró a Efe Tim Harcourt, economista de la Universidad de Nueva Gales del Sur, al destacar que según su visión "la fortaleza de la economía son las exportaciones", especialmente destinadas a China.
Australia registró en el último trimestre -que terminó en junio- un superávit en su cuenta corriente de 5.900 millones de dólares australianos (4.020 millones de dólares o 3.642 millones de euros), que es además el primer resultado favorable desde 1975.
Las arcas del fisco australiano, uno de los grandes exportadores de recursos naturales, se han visto favorecidas por un incremento en el precio de los minerales, como el hierro, que se disparó tras el vertido en enero de la minera brasileña Vale en Brumadinho.
"Los precios de la materia prima son altos y eso es bueno", indicó Harcourt, aunque precisó que el problema radica en que "muchos de los beneficios de tener buenas balanzas comerciales no están fluyendo hacia los salarios", lo que considera una "debilidad".
Pese a ello, Harcourt estima que Australia "no está tan mal comparada con otras economías de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), aunque el récord histórico (del crecimiento del PIB australiano) es bajo, particularmente en lo que se refiere al crecimiento per cápita".
El Ejecutivo de Camberra argumenta que Australia sigue resistiendo al embate de la inestabilidad económica mundial, en el que el Fondo Monetario Internacional y la OCDE han revisado a la baja sus perspectivas de crecimiento, y Reino Unido, Suecia, Singapur y otras naciones han registrado una contracción en el trimestre de junio.
A eso se suman la guerra de aranceles entre China y Estados Unidos y otro factor de riesgo: el "brexit".
Aunque, para Harcourt, Australia se salva, si no se cierran las fronteras al comercio, por "la dependencia que China" tiene sobre la exportación australiana de materias primas -como el carbón- para la producción de energía y la venta de productos alimenticios.
El Gobierno de la coalición Liberal-Nacional, que lleva en el poder desde 2013, asegura que los recortes a los impuestos a la renta aprobados a principios de julio y la reducción de los tipos de interés a 1 % se traducirán en un repunte de la economía en los próximos meses.
El ministro de la Oficina del Tesoro, Josh Frydenberg, añade a estas medidas la estabilización del mercado inmobiliario, el gasto de la infraestructura y un panorama más positivo para las inversiones en el sector de los recursos.
"Las bases de la economía australiana son fuertes. Seguimos manteniendo la calificación crediticia de AAA y el empleo crece en un 2,6 %, que es más del doble de la media de la OCDE", indicó Frydenberg.
El economista de la Universidad de Nueva Gales del Sur considera, no obstante, que estas medidas no son suficientes.
La coalición "no tiene políticas económicas integrales" y se necesita más gasto en infraestructuras, estimular aún más la economía, especialmente con la mejora de los salarios, dado que "nuestro ingreso nacional es el más bajo desde que Los Beatles vinieron a Australia en 1964", opinó.
El académico consideró que la actual Administración no aplicará medidas similares a las que puso en marcha el que fuera jefe de la oficina del Tesoro, el laborista Wayne Swan (2007-13), en plena crisis financiera cuando dio unos 900 dólares australianos (613 dólares estadounidenses o 556 euros) a unos 8 millones de contribuyentes para estimular el consumo local.
"La ventaja fue que las otras economías del G20 coordinaron sus políticas", comentó Harcourt, al añadir que actualmente "uno de los problemas es tener a Donald Trump y el 'brexit'. Además no todos los líderes del Asia-Pacífico son tan coherentes como lo eran hace diez años como para poder coordinar sus políticas internacionalmente".