Sao Paulo, 22 jun (.).- El Banco Central de Brasil mantuvo hoy la meta anual de crecimiento en un 0,5 % pese a la grave crisis política que amenaza la continuidad del presidente Michel Temer, acorralado por sospechas de corrupción.
En su último informe, divulgado hoy, la entidad emisora brasileña redujo levemente el pronóstico de inflación, del 4 al 3,8 %, y alertó del impacto que puede tener la "incertidumbre" política sobre la actividad económica.
"El mantenimiento, por tiempo prologando, de niveles de incertidumbre elevados (...) puede tener un impacto negativo sobre la actividad" económica, afirmó el organismo.
No obstante, el Banco Central mantuvo la expectativa de crecimiento del 0,5 % para el PIB este año, lo que pondría fin a dos años de recesión en los que la economía cayó más del siete por ciento.
El dato refleja "los resultados favorables de indicadores relativos a los primeros cinco meses del año que, mantenidos a lo largo del año, llevarían a una revisión al alza en la proyección", señaló.
La entidad proyectó que los precios aumentarán en 2017 un 3,8 %, mientras que en 2018 la subida será del 4,5 %, según el informe trimestral correspondiente al periodo marzo-junio.
"El comportamiento de la inflación permanece favorable", hasta el punto de que el Banco Central no descarta un posible periodo de deflación debido a la caída del consumo interno.
Las últimas proyecciones de inflación rebajan un par de décimas los pronósticos del anterior informe, que hablaba del 4 %, y de distancian de la meta anual oficial que es del 4,5 %, con una tolerancia de un punto y medio porcentual.
La reducción en los últimos trimestres del índice interanual de inflación, que en mayo era del 4,08 % -frente al 10,67 % de final de 2015-, ha permitido al ente emisor reducir progresivamente la tasa básica de interés hasta el 10,25 %, su menor nivel desde comienzos de 2014.
Sin embargo, el Banco Central advirtió de que "el aumento reciente de la incertidumbre, asociada a la evolución del proceso de reformas y ajustes necesarios en la economía brasileña, dificulta la caída más rápida de las estimativas de las tasas de interés y las vuelve más inciertas".
La crisis se acentúo el pasado mayo, cuando se destaparon nuevas revelaciones que han llevado a la Corte Suprema a investigar al presidente Michel Temer por sospechas de corrupción, tras los testimonios prestados ante la Justicia de directivos de la multinacional cárnica JBS.
Desde entonces, Temer ha perdido el apoyo de varios partidos minoritarios en el Congreso y tanto la oposición como algunos sectores oficialistas han exigido su renuncia y obstaculizado el trámite de importantes reformas económicas, entre ellas la laboral y la del sistema del pensiones y jubilaciones.
En 2015 la economía del gigante suramericano cayó un 3,8 %, su peor resultado en los últimos 25 años, y en 2016 descendió el 3,6 %, con lo que el país encadenó dos años consecutivos de crecimiento negativo por primera vez desde la década de 1930.
Brasil consiguió revertir esa tendencia en el primer trimestre de esta año, cuando el PIB creció el 1 %, aunque los mercados financieros ajustan sus expectativas a la evolución de la grave crisis política que sufre el país.
Pese a la mejora, el consumo interno, uno de los motores tradicionales del país, continúa en cotas bajas, lo que ha desembocado en un paro récord que afecta a más del 13 % de la población activa, unos 14 millones de personas.
Sin embargo, para el Banco Central el mercado de trabajo registra un desempeño "relativamente más favorable" en los últimos meses.
"La caída de la inflación favorece la recomposición de la renta real y contribuye a la recuperación gradual del consumo", aunque señaló en el informe que la economía aún presenta un "alto nivel de ociosidad" en cuanto a la producción.
Brasil encadenó en mayo su segundo mes consecutivo de creación de nuevos empleos formales al generar 34.200 puestos de trabajo, el mejor resultado para ese mes desde 2014.
El escenario externo se ha mostrado "favorable" y ha permitido el mejor funcionamiento económico a nivel global, pese a los cambios en la política monetaria de países determinantes como Estados Unidos, entre otros.