Madrid, 14 abr (EFE).- La connivencia de los reguladores nacionales y el poder de los gigantes financieros a quienes pertenecen hacen de las agencias de calificación juez y parte de un juego económico en el que siempre ganan, según Wermer Rügemer, autor del primer libro sobre la materia pensado para el gran público.
Este periodista alemán especializado en delitos económicos y curtido en instituciones como el Servicio Civil Internacional (SCI) o el Business Crime Control -del que fue presidente- desgrana los entresijos de las calificadoras en "Las Agencias de Calificación", una obra editada por Virus Editorial.
Rügemer asegura que allí donde se supone que deberían velar por la seguridad financiera de inversores y consumidores, calculando el riesgo de invertir en Estados o activos, las agencias de rating son en realidad instrumentos financieros al servicio de sus propietarios.
Estos no son otros que los grandes fondos de inversión mundiales, que a su vez poseen bancos o multinacionales, tal como muestra el autor en su descripción de la "jerarquía" de las tres gigantes del sector: Standard & Poor's, Moody's y Fitch.
"Las agencias no son ninguna instancia objetiva", afirma el escritor, que ahonda en temas como el pago por calificaciones o el hecho de que estas compañías evalúen a las empresas a las que pertenecen.
Sin embargo, el enorme poder acumulado por las calificadoras no radica sólo en el de sus dueños.
"La segunda fuente les viene de que trabajan con un estatus oficial. Las supervisoras nacionales son cómplices y por eso siguen conservando de cara al exterior una imagen de objetividad e independencia", señala Rügemer.
Por ello que apuesta por un cambio. "El primer paso debería ser suprimir la regulación nacional e internacional que otorga este estatus oficial a las agencias, a partir de ahí se pondría en marcha una dinámica diferente", opina.
De momento, la propuesta del Parlamento Europeo para crear una agencia de calificación europea no le convence: "lo primero es que seguiría siendo privada, y lo segundo que no menciona que tenga que usar criterios de calificación diferentes a los que se vienen usando".
Y es que, en su opinión, "las agencias no son necesarias para una buena calificación crediticia".
De hecho, los bancos hacen calificaciones mucho más exhaustivas, puesto que asumen un riesgo con cada crédito que conceden, mientras que las agencias no tienen responsabilidad sobre las consecuencias de sus calificaciones, explica.
No obstante, concede que es necesaria una evaluación, que debería correr a cargo de los "estados democráticos".
"Las agencias contribuyeron a poner en circulación productos financieros, como las hipotecas basura, que no han aportado nada a la creación de trabajo ni a la seguridad financiera de la población general y que son corresponsables de la crisis financiera mundial. Estos productos deben prohibirse", añade.
Ahora bien, Rügemer cree que para emprender este camino hace falta que antes cambien las fuerzas políticas que están al frente de los gobiernos.
La justicia, opina, también debe desempeñar un rol fundamental en lo que respecta a estas empresas, aunque por el momento los tribunales europeos han seguido la estela de los estadounidenses, quienes han considerado que las agencias no son imputables por sus calificaciones.
En este sentido, confía en que el impulso venga de iniciativas como la querella contra las tres principales agencias que ha presentado en España el abogado Gonzalo Boye.
"Mientras escribía el libro he tratado con numerosos abogados en Alemania, Francia o Grecia y tengo la esperanza de que de estos contactos y otros surja una red europea", añade.
De cara al futuro, aún sin ser optimista, ve algo de luz en los ciudadanos: "hay partes de la población que se han hecho una idea de las circunstancias reales y no se acaban de creer los cuentos que les han contado hasta ahora", dice.
He ahí el mérito de esta obra. EFE