Paco G. Paz
Washington, 10 oct (EFE).- El mundo se encuentra abogado a una
"guerra de divisas" y el Fondo Monetario Internacional (FMI) quiere
ser el árbitro de esta disputa, en detrimento del G20, que se ha
revelado incapaz de momento de frenar el proteccionismo de los
países.
La cadena de devaluaciones que han llevado a cabo algunos países
para mejorar su competitividad y la amenaza que supone para el
crecimiento mundial ha sido el tema 'caliente' de la Asamblea Anual
del FMI y del Banco Mundial en Washington, que concluyó este fin de
semana en Washington.
Pese a las intensas discusiones y las llamadas de atención que
han protagonizado los 185 miembros del organismo, la única
conclusión es que el mundo camina sin remedio hacia una escalada de
devaluaciones competitivas, como se denomina a las medidas que toma
un país para abaratar su moneda y, por tanto, sus exportaciones.
Detrás del conflicto se encuentra uno de los gigantes emergentes,
China, y su política de mantener un yuan débil, pese a las quejas
insistentes de EE.UU. y de los grandes organismos internacionales.
Motivado por la competencia de China, otros países de la región,
como Japón y Corea del Sur, han adoptado medidas similares.
En el caso de Japón, la necesidad es más grande porque, tal y
como explicó en Washington su ministro de Finanzas, Yoshihiko Noda,
la economía nipona se encuentra en un entorno deflacionario y
necesita crecer.
Otras economías emergentes, que disfrutan de una pujanza
envidiable que no tienen los países avanzados, están recibiendo un
aluvión de inversiones extranjeras que está empujando su moneda al
alza.
Como reacción ante esta posible pérdida de competitividad,
naciones como India, Brasil, Tailandia y Perú están intensificando
sus esfuerzos para controlar la apreciación de sus divisas y poder
absorber el volumen récord de flujos de capital que están recibiendo
sus economías.
En esta coyuntura, y ante la perspectiva de que se agrave la
situación, los líderes mundiales buscan un foro que sirva de árbitro
para la disputa.
La lógica indica que el G20 debería liderar las discusiones,
gracias al protagonismo que adquirió tras las crisis de 2008, que le
convirtió en el principal foro de discusión económico mundial, en
detrimento del G8, donde no están representados los emergentes.
En los primeros estadios de la crisis, el G20 logró con éxito
coordinar a la economía mundial para lanzar planes masivos de
estímulo económico, como se plasmó en las cumbres de Washington,
Londres y Pittsburg (EE.UU.).
Pero cuando llegó la recuperación, que ha sido muy intensa en las
naciones emergentes y muy frágil en las avanzadas, llegaron los
problemas.
En la ultima cumbre de Toronto (Canadá), en junio pasado, los
países acordaron el compromiso "de llevar a cabo políticas
coordinadas y responsables que no dañen a otros países, evitar las
devaluaciones competitivas en nuestras monedas y promover un sistema
monetario estable".
El resultado, a la vista de la situación actual, no ha podido ser
más decepcionante.
Queda claro que el asunto estará sobre la mesa de la próxima
cumbre del G20 en Seúl, el 11 y 12 de noviembre. Pero, de momento,
el grupo no se ha pronunciado al respecto.
Caso distinto es el FMI que, pese a no haber conseguido resolver
el problema ni acercar posiciones durante su asamblea en Washington,
sí se ha postulado como el gendarme que vigilará el comportamiento
cambiario de los países.
"Hemos llegado a la conclusión de que el FMI es el foro que debe
lidiar con estos asuntos, con los tipos de cambio", aseguró ayer
Youssef Boutros-Ghali, el ministro de Finanzas egipcio que preside
el principal órgano directivo del FMI, el Comité Monetario y
Financiero Internacional (IMFC, en inglés).
Boutros-Ghali explicó que a partir de ahora el FMI va a crear
nuevos instrumentos u órganos de vigilancia, que transformará a la
institución en el 'sheriff' del mercado de los tipos de cambio.
Estos cambios, dijo Boutros-Ghali en presencia del director
gerente del fondo, Dominique Strauss-Kahn, colocará a la institución
"en una nueva dimensión, más capaz de lidiar con los problemas
mundiales".
En el mismo sentido se expresó ayer el secretario del Tesoro de
EE.UU., Timothy Geithner, quien dijo que el fondo monetario debía
jugar "un papel más activo" en la resolución del conflicto
cambiario.
Jim Flaherty, ministro de Finanzas de Canadá, anfitrión de la
última cumbre del G20, se mostró sin embargo más partidario de
buscar nuevas vías de cooperación dentro del grupo, de manera que
los líderes sean capaces de establecer nuevas reglas de juego para
el sistema monetario.
"Todos estamos de acuerdo en que necesitamos más cooperación",
indicó el ministro canadiense.
La duda es si la solución vendrá por la vía de la cooperación que
impulsa en G20, o por las medidas de control que quiere imponer el
FMI. EFE