Arantxa Iñiguez
Fráncfort (Alemania), 12 dic (.).- El BCE ha decidido este año reducir a la mitad, a partir de 2018, los estímulos monetarios en la eurozona porque la recuperación económica se ha consolidado, aunque mantiene unas buenas condiciones de financiación y ha garantizado que el dinero será muy barato durante bastante tiempo.
El Consejo de Gobierno del BCE decidió a finales de octubre recortar a partir de enero del próximo año hasta 30.000 millones de euros el volumen de las compras de deuda pública y privada de la zona del euro, especialmente deuda soberana.
El BCE mantendrá estos estímulos monetarios hasta septiembre de 2018 y su presidente, Mario Draghi, ha hecho hincapié en que lo último que quiere el BCE es que empeoren las condiciones de financiación para las empresas y los hogares.
Draghi siempre ha insistido en que el BCE, que hasta ahora ha comprado deuda por valor de unos 2,2 billones de euros, hace una política monetaria independiente de la situación política de los países de la zona del euro.
Pero, tras haber sufrido la peor crisis financiera y económica desde 1929, políticamente, Europa se ha movido este año hacia la derecha con un claro avance en las urnas de partidos populistas euroescépticos y anti-inmigración en Alemania, Austria y Holanda, que trae a la memoria los fantasmas del siglo pasado.
La victoria del centrista Emmanuel Macron en las elecciones presidenciales francesas reducía el riesgo de que Francia saliera de la zona del euro.
A lo largo del año, el BCE ha preparado a los mercados paulatinamente para esta reducción de los estímulos monetarios, pero no ha querido fijar una fecha concreta del fin del programa de expansión cuantitativa, aunque algunos miembros del Consejo de Gobierno lo deseaban.
De hecho, la mayoría consideró que hacerlo podría llevar al mercado a ajustar de forma abrupta los precios de la deuda pública, por ejemplo.
El BCE pidió primero paciencia para que las medidas que ha adoptado tuvieran efecto. Más adelante, reconoció que la recuperación económica había mejorado y que ya no había riesgos de que la zona del euro entrara en deflación y por ello necesidad de adoptar más medidas.
Esos riesgos llevaron a la entidad a bajar los tipos de interés al 0 %, a cobrar a los bancos un 0,4 % por el exceso de sus reservas y a aprobar los estímulos monetarios.
El BCE ha ignorado el aumento de la inflación porque considera que es de carácter transitorio y que va a volver a bajar a finales del año. De hecho, en noviembre fue del 1,5 % por el encarecimiento de la energía y se prevé que caerá más en diciembre, por lo que se aleja de su objetivo de algo menos del 2 %.
El banco central de la eurozona compró este año deuda pública y privada de la zona del euro por valor de 80.000 millones de euros mensuales hasta finales de marzo y desde abril y hasta diciembre por 60.000 millones de euros.
A mitad de año, el BCE dijo que no iba a bajar más el precio del dinero y su presidente enfatizó, en varias ocasiones, que no subiría los tipos de interés antes de finalizar las adquisiciones de deuda.
Con las compras de deuda pública y privada, el BCE presiona a la baja los tipos de interés a largo plazo, que también influyen en las tasas a corto plazo.
Quiere impulsar la concesión de crédito a la economía real, a las empresas y los hogares de la región.
De este modo contribuye al crecimiento, a que suba la inflación, aunque esto se demora, y a devaluar el euro.
El BCE también va a reinvertir el principal de los bonos adquiridos que vayan venciendo "durante un período prolongado" una vez que deje de comprar bonos, por lo que seguirá interviniendo en el mercado.
El dinero barato ha impulsado los precios de la renta variable y en el mercado inmobiliario, lo que para algunos economistas representa una amenaza de burbujas a más largo plazo, como las del sector tecnológico o las que sufrieron EEUU y España hace unos pocos años.
Paralelamente, en 2017 se profundizaba la unión bancaria en Europa al aprobar la Junta Única de Resolución la primera resolución (intervención y liquidación) de una entidad financiera evitando poner dinero público, la del Banco Popular (MC:POP), después de que el BCE determinara que tenía un problema de liquidez.