Nadie debería sorprenderse en la tarde del miércoles 21 de septiembre, al finalizar la reunión de política monetaria de la Reserva Federal (Fed). No habrá cambios en los tipos de interés, ni anuncios importantes. Sí habrá un nuevo e híbrido comunicado, esta vez complementado por una de las ya pautadas conferencias de prensa a cargo de la titular del organismo, Janet Yellen.
Si habitualmente se cuidan las palabras, y no hay sorpresas, mucho más cuidado habrá esta vez, a dos meses de una elección presidencial cuyo desenlace luce totalmente abierto. Sin estar dentro de la interna de los partidos y sus contactos con la Fed, está claro que a ninguno de los dos candidatos le hará gracia encontrarse con unos tipos más alta de los actuales, más aún cuando se tomó casi 10 años para elevar un tímido cuarto de punto en diciembre pasado.
Desde las cifras de la economía local, tampoco hay motivos para cambios de tipos: la inflación lejos del 2%, el empleo sólido en los números, pero con un notable deterioro en el ingreso por hora, el consumo pivoteando alrededor del nulo crecimiento en los últimos meses.
Yellen volverá a decir que se acercan las condiciones para elevar tipos, sin mayores precisiones –no puede darlas, si lo hiciera los mercados reaccionarían de inmediato como si las medidas se hubieran tomado-, y al cabo de algún movimiento de mediana importancia, el dólar seguirá mostrando un comportamiento errático.
De una caída de la moneda estadounidense no hay demasiadas dudas para el corto plazo: creció sin muchas causas en los últimos días, y esto es una señal muy clara. Habrá que ver, nada más, en qué medida se ve perjudicado ante las monedas principales, cada una de las cuales atraviesa situaciones distintas. Tal vez, por caso, sea el momento de analizar una compra de libras esterlinas, y por qué no de euros.