Hasta finales de 2015, la combinación del desplome en los precios del crudo y de las sanciones financieras contra Rusia por la situación en Ucrania han supuesto una época difícil para los activos rusos y su moneda, el rublo.
Pero en 2016 los precios del crudo resurgen, ya que en EE.UU. y sobre todo en China la demanda crece por encima de unas previsiones demasiado pesimistas, justo cuando la producción de EE.UU. se frena, e incluso cae, por una crisis financiera ligada a las empresas de esquistos bituminosos. Esto es una bendición para la economía rusa, tan dependiente de la energía.
Entretanto, en 2016 la Reserva Federal permite que la economía de EE.UU. se recaliente un poco, ya que la fortaleza del USD lleva a que la Fed suba tipos de interés a un ritmo quizás inapropiadamente lento.
Esto representa una bonanza para los mercados emergentes y sus divisas, en particular para Rusia ya que los bajistas en materias primas se quedan a la intemperie.
Mientras, los activos rusos y su moneda obtienen un impulso extra, ya que las nuevas presiones geopolíticas sobre las alianzas llevan a Rusia y a sus adversarios a la mesa de negociación y hace visible una salida de la enconada disputa que había dejado los activos rusos globalmente infraponderados, y por tanto infravalorados durante todo el último año y más.
Los flujos de capital provenientes de los inversores internacionales y los de capital ruso repatriado regresan a la economía rusa. Para finales de 2016 el rublo ruso, incluyendo el carry trade por los altos tipos de interés en Rusia, sube un 20% contra una cesta del dólar de EE.UU. y el EUR.