Estos días ya se habla de la probable e inminente recesión, así como de la magnitud en cuanto al decrecimiento económico que acarreará. El nuevo Coronavirus Covid-19 no ha sido nada más que el catalizador de algo que ya se veía venir, de lo que se vino hablando parte del 2018 y enteramente el 2019.
Realmente nadie podía llegar a esperarse esta situación, prácticamente ha venido de la "nada". Lo que parecía ser una "gripe" sin importancia de la que Europa y EE.UU. se hinchaban el pecho cuando lo valoraban así, la zona cero (China) construía hospitales en tiempos récords y confinaba grandes ciudades con millones de personas en lo que podríamos llamar una obra de ingeniería social brutal. Este efecto es curioso, ya que, quien menos entiende de la situación y más desinformado se halla, más busca propugnar su verdad como cierta y única. Es el llamado efecto Dunning-Kruger, que se adapta a la perfección a la realidad social que estamos viviendo.
La recesión en la que vamos a entrar probablemente arrastre todo lo que se intentó "tapar" en 2008. Nos vamos a encontrar nada más y nada menos que con los "harapos", las "cloacas" que se pretendieron arreglar con la emisión de dinero gratuito y rescates sin precedentes, pero con impacto mucho mayor gracias a estos 11 años de aplazamiento.
Vivimos en una economía basada en la deuda. Una deuda que sólo hace que fomentar malas inversiones y está enfocada a garantizar la perpetuidad de grandes fortunas y personas cercanas a esta emisión de dinero, información y poder. Este efecto (Cantillon) hace que cuando pretendes inyectar dinero en la economía y se va filtrando por los estratos sociales hasta llegar a las personas de a pie, ya se ha convertido en un trozo de papel con un valor mucho menor que en el momento en el que se emitió, debido a que, por dicho camino, se ha ido utilizando por las manos cercanas a la fuente de emisión. Esto propicia una economía que no innova, que no es productiva, un ente sin rumbo en la que la única prioridad es mantener acciones y precios a flote de manera totalmente artificial.
Y es curioso, porque cuando hablamos de mantener precios de un modo artificial, tocamos de lleno con un efecto colateral al Covid-19 que se vivió el lunes pasado, el barril de petróleo a $30. Viendo que Rusia no iba a seguir las directrices de la OPEP, Arabia Saudita, hizo la suya y rebajó el precio de su barril. Esta escabechina de precios, que se generó debido al nerviosismo infundado al generarse el crack de oferta, de perpetuarse, veremos cómo los países productores se verán muy afectados.
Sin ir más lejos, Venezuela tiene unos costes relativamente elevados en su extracción, y otro gran damnificado de esta guerra de guerrillas, sin duda puede ser EE.UU. y sus empresas productoras de petróleo de esquisto. Si esta actividad ya de por sí genera menos energía de la que su propio proceso necesita, y el costo de extracción es más elevado que el de venta, en niveles anteriores de $50, ahora, con estos precios, muchas de estas empresas petroleras podrán verse afectadas con riesgo, y muy elevado, de quebrar.
El coronavirus está siendo una pandemia que nos tenemos que tomar en serio. Los efectos más positivos o menos en la contención del mismo dependen en gran parte de la responsabilidad individual de cada uno. Seguir los consejos de prevención y no salir a tener contacto con otros grupos, evitar cualquier factor de riesgo, y, con suerte, el pico máximo lo pasaremos, podremos contenerla y, en pocas semanas y/o meses, veremos cómo Gilead (NASDAQ:GILD), Novamax, o incluso PharmaMar S.A. (MC:PHMR), logra sacar resultados positivos en cuanto a una vacuna efectiva para paliar estos efectos.
Cuando esto pase, y las aguas se calmen, se sabrá realmente los daños provocados por el mismo, y cuantificaremos qué impacto real va a suponer en la economía para los próximos años. De todo este caos, muchos países sacarán conclusiones de los efectos que una economía y un mundo globalizado conllevan. Y dichas conclusiones, podrían guiarnos, quien sabe, hasta un cambio de paradigma.