“Un adivino predijo: cuídate de los idus de marzo” William Shakespeare.
Estimados (así es como me gusta dirigirme a la audiencia):
Ha sido en estos días cuando hemos podido darnos cuenta del grandísimo valor de las tiendas de proximidad dedicadas a la distribución alimentaria y de artículos de uso doméstico e higiene.
Al igual que en la banca se miran con lupa los antecedentes personales y curriculares de las personas que van a acceder a cargos de responsabilidad y aun así, de cuando en cuando, nos salpican episodios de comportamientos de dudosa legalidad, a la luz de los tiempos que estamos viviendo, creo que ello debería también hacerse extensible a aquellas personas que fuesen a ocupar puestos de responsabilidad en un sector tan estratégico para un país como es el de la distribución alimentaria.
Entre otras medidas, pienso que tampoco debería permitirse tomar posiciones de control en grandes grupos de distribución alimentaria a aquellos empresarios que no tuviesen una hoja de servicio personal a la comunidad tan limpia como la de una patena que se prepara para acoger en su cara interna la efigie de Cristo o una mano en actitud de bendecir la Santa Cruz.
Sin embargo, en un país de charanga y pandereta (excluyendo a todos aquellos ciudadanos que, como la comunidad sanitaria, o cualquier otro profesional honesto, han demostrado una entrega total para luchar contra el coronavirus), en el que ante una epidemia de inciertas consecuencias, un personal formado por cantamañanas irresponsables e insolidarios aprovecha para escapar del epicentro y desplazarse a la playa a disfrutar del sol y de una buena cervecita en el chiringuito para extender irresponsablemente la enfermedad, es difícil esperar mejores comportamientos de algunos de sus responsables o de sus instituciones.
Este es el caso de la CNMV, que el pasado jueves sorprendió a los inversores publicando una lista larga de sesenta y nueve compañías entorno a las cuales quedaba prohibida la venta a corto de sus títulos con objeto de protegerlas de los malvados especuladores. Cuando vi el número pensé: ¿por qué sesenta y nueve y no sesenta y ocho o setenta pinceladas para concluir el cuadro? Yo siempre me he preguntado: ¿cómo y cuándo decide un pintor dar su última pincelada para concluir una obra maestra?; porque podría dar una pincelada más o una menos y el resultado, a la vista del gran público, sería más o menos el mismo, o si no ya se lo preguntaré a Miguel Barceló, si es que alguna vez tengo ocasión de hacerlo próximamente.
Digo esto porque la CNMV podría haber eludido tan 'cachondo' número, como es el sesenta y nueve, simplemente añadiendo a la lista una empresa tan estratégica para el país como en estos momentos es Distribuidora Internacional de Alimentación S.A. (MC:DIDA), única cadena del sector de distribución alimentario que cotiza en bolsa. Pues no, esta vez DIA también quedó al descubierto y sin protección para ser blanco de los fondos bajistas, algo que ya le hace a uno hasta pensar mal del responsable de esta lista. Piensa mal y acertarás, así me decía mi madre cuando me educaba y a la vista de este tipo de acontecimientos creo que tendría razón.
Menos mal que, cuando nos ha sobrevenido la crisis del coronavirus, el tercer grupo de distribución alimentaria del país por cuota de mercado ya había superado la crisis en la que había estado sumido durante el largo y oscuro proceso de adquisición que acompañó a su actual dueño y en el cual la participación de fondos bajistas para hundir el precio de la acción, y dejar a la compañía al borde del colapso, fue sorprendentemente aplaudida por nuestro regulador, o al menos así consta en los medios. Digo menos mal porque, por lo menos, ahora DIA ya se encuentra en buen estado de revista y a disposición de llenar sus estanterías, algo que no hubiese sido posible solo hace algunos meses.
Dicho esto, todavía tenemos a dos fondos británicos, Kite Lake Capital Management (UK) LLP y Astaris Capital Management LLP, que en los últimos 10 días han comunicado a la CNMV que tomaban posiciones bajistas sobre el 0,62% y el 0,50% del capital de la cadena de supermercados; respectivamente, y aquí nadie se ha tomado la molestia de investigar estos movimientos, a toda luz temerarios, puesto que ningún inversor o responsable de un fondo de inversión en su sano juicio tomaría posiciones cortas en un valor como DIA, empresa reestructurada tras la última ampliación de capital y cuyas ventas se están disparando como consecuencia de esta pandemia, si estas posiciones no estuviesen protegidas y bajo el amparo de una mano muy, muy fuerte, que como decían en los medios, de vez en cuando gusta de tocar el acordeón, para ganar dinero tanto cuando se abre su fuelle como cuando se cierra.
Nuestra CNMV no solo no se habrá tomado la molestia de investigar estos movimientos, sino que también se ha olvidado de incluir a DIA en la larga lista de empresas que debería de proteger de especulaciones en corto en unos momentos tan dramáticos como son los de un estado de alarma, durante el cual el suministro de alimentos es de importancia vital para mantener la estabilidad de un país. Espero que esta vez, al menos, el responsable del regulador, tampoco se tome la molestia de aplaudirlos en los medios, porque entonces ya empezaría a oler mal, muy mal, peor que la peste.
Me despido con algunas frases que he extraído del “Diario del año de la peste”, novela escrita por Daniel Defoe, publicada por primera vez en marzo de 1722 y que relata las experiencias ficticias de un hombre durante el año de 1665, en el que la ciudad de Londres sufrió el azote de la gran plaga:
“Mi amigo el doctor Heath decía -y la experiencia lo probaba- que la enfermedad seguía siendo tan contagiosa como antes y que el número de casos era el mismo; lo único que afirmaba es que causaba menos muertos”…
“Fue así que el rumor se desvaneció y la gente empezó a olvidarlo, como se olvida una cosa que nos incumbe muy poco, y cuya falsedad esperamos”…
“Y añadió que empezaba a tener esperanzas, e incluso más que esperanzas: la crisis de la infección había pasado y ésta, señaló, se iba. Y las cosas ocurrieron así. El registro de la semana siguiente, la última de septiembre, indicó una disminución de dos mil, por lo menos”...
Casi no necesito decir al lector que en ese instante resolví permanecer en la ciudad, y que, entregándome enteramente a la bondad y la protección del Todopoderoso, no buscaría ninguna otra clase de refugio más allá del de mi casa y mi familia. Mis horas estarán en sus manos siempre, pues es tan capaz de protegerme tanto en época de epidemia como en época de salud.
DEDICATORIA: Quiero dedicar este artículo a todos los trabajadores, sin excepción, de las cadenas de distribución de alimentos, a los agricultores, a los ganaderos, a los pescadores, a los profesionales, veterinarios e ingenieros que desempeñan su trabajo en el sector alimentario y su industria, a sus transportistas y a todos aquellos profesionales que con su trabajo diario consiguen llenar las estanterías de nuestros supermercados para que podamos seguir comiendo durante este estado de alarma que nos ha tocado vivir, así como al resto de españoles que, desde su puesto de trabajo ayudan, en mayor o menor medida, a las personas afectadas por el coronavirus. Hacia ellos mi admiración y mi respeto.
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