Pese a las decepcionantes cifras de empleo del mes pasado, la recuperación del mercado laboral estadounidense ha sido espectacular. Intentar predecir las cifras de empleo mensuales de EE.UU. siempre es algo arriesgado.
Al igual que ocurre con muchas otras estadísticas económicas de EE.UU., las cifras de empleo no agrícola son notoriamente volátiles, difíciles de interpretar y están sujetas a revisiones. Los datos se recopilan en las primeras semanas del mes, por lo que, para cuando se publican, suelen acumular varias semanas de desfase. Si a esto le sumamos algo como una pandemia mundial, que solo ocurre una vez cada cien años (esperamos), lo más prudente ahora mismo sería no dejarse influir demasiado por lo que se publica mes a mes.
Por supuesto, eso no impide que los comentadores del mercado esperen ansiosos la próxima publicación de datos, prevista para el viernes, 4 de junio. La razón de esta gran expectación es que el mes pasado solo se crearon 266.000 empleos, frente a una expectativa mediana de 950.000. En cualquier caso, y más allá de la cifra concreta, la pregunta más importante es cómo encajan los datos (y las revisiones de los meses anteriores, incluido abril) con las tendencias de largo plazo.
Como muestra nuestro gráfico de la semana, la recesión provocada por la COVID-19 ha sido muy diferente de las anteriores. Hemos usado el número de vacantes menos el de desempleados para estimar cuántas vacantes se quedan teóricamente sin cubrir cuando las empresas pueden cubrirlas todas con personas desempleadas. Lógicamente, este cálculo subestima ligeramente el exceso de capacidad subyacente del mercado laboral porque excluye a aquellas personas que buscan empleo pero a las que no se las considera parte de la población activa (en abril, esto se habría traducido en una tasa de desempleo subyacente del 9,8% frente al 6,1% oficial). El gráfico ilustra la vertiginosa caída de la primavera pasada, pero también la espectacular recuperación que se ha registrado desde entonces.
La existencia generalizada de vacantes coincide con los datos anecdóticos que apuntan hacia una escasez de trabajadores, sobre todo relacionada con la demanda acumulada de ciertos bienes y servicios. Por otra parte, las cifras de empleo reales siguen siendo muy inferiores a las de antes de la crisis, lo que sugiere cierto desequilibrio entre quienes buscan empleo y las vacantes ofertadas. La oferta de trabajadores podría seguir siendo insuficiente durante algún tiempo debido al cobro de las prestaciones por desempleo pero, sobre todo, por problemas relacionados con el cuidado de los hijos. Y aunque es probable que las disrupciones que afectan a las cadenas de suministro mundiales no tarden en resolverse, surgirán nuevos cuellos de botella. Para determinar hasta qué punto estos cuellos de botella, y cualquier aumento salarial relacionado, serán transitorios no bastará solo con conocer las próximas cifras de empleo.