La reunión de política monetaria de la Fed, que finaliza el miércoles al mediodía, es sumamente esperada por los mercados.
El organismo ya mostró su intención de ir detrás de los hechos, algo poco aconsejable tratándose del banco central más importante del mundo. Sin embargo, tras elevar sus tipos de interés en diciembre, se vio paralizada por la nueva crisis de China -de la que poco se habla ahora-, que se desató a inicio de enero.
Esta sensación de que nada ocurre en el mercado se viene extendiendo desde hace mucho: el euro no se aleja de 1,14 al alza, pero tampoco de 1,13 a la baja, la libra extiende sus recorridos al ritmo de las encuestas que dan por retirado o no a Reino Unido de la Unión Europea, y el yen sigue muy alto para lo que el gobierno de Shinzo Abe pretende, aunque lo disimula bastante bien.
En este contexto, será difícil que con un anuncio sin matices de la Fed cambie el estado de cosas. Sin embargo, no se puede dejar de lado una cuestión: si la Fed intentara elevar tipos en por lo menos dos oportunidades en 2016, y los demás bancos centrales siguen sus respectivas políticas de colocar dinero sin riesgo de inflación -medidas que toman en general los gobiernos populistas, ahora extendidas a sitios más desarrollados-, el dólar tiene que terminar ganando la batalla.
¿Por cuanto tiempo? Imposible saberlo. Pero el petróleo está otra vez actuando como árbitro de los mercados, y su precio no parece en principio depender tanto de la oferta y la demanda como de cuestiones vinculadas a políticas estratégicas y comerciales de los países productores del mismo.
Si el petróleo comienza a ganar vuelo, habrá que ajustar las políticas de emisión fácil que todos menos la Fed sostienen, y ahí veremos otra guerra de divisas.
Mientras tanto, el mercado ofrece las mejores oportunidades para los operadores de corto plazo, con rangos de precio estrechos, y sin cambios de relevancia a la vista.