A caballo regalado no le mires el diente. Así es como los mercados de renta variable celebraron los recortes de impuestos de Estados Unidos al final del año. Por ahora, nadie parece preocuparse más por las muchas imperfecciones que inquietaba a algunas compañías antes de que se aprobara. Una cosa está clara por ahora: en términos de ganancias corporativas, valió la pena la espera. Para el S&P 500 en general, esperamos un aumento de las ganancias del 7% para 2018, incluso asumiendo que una cuarta parte de los ahorros tributarios eventualmente se transfiera a empleados y consumidores.
Evaluar los impactos a largo plazo es más complicado. El último estímulo fiscal es bastante particular en algunos aspectos, tal y como mostramos en nuestro “Gráfico de la semana”. “Fuera de tiempo de guerra, prácticamente no tiene precedentes ver un déficit creciente de esta magnitud en un momento en que la economía está cerca del pleno empleo y creciendo por encima del potencial ", señala Josh Feinman, nuestro economista jefe en EEUU. Normalmente, los déficits federales bajan en estos contextos económicos. Esto era así durante gran parte de este ciclo, en el que el déficit se redujo desde el 9,8% del PIB en el año fiscal 2009 (tras la gran recesión) al 2,4% para el año fiscal 2015. Pero entonces, inusualmente, empezó a elevarse nuevamente, al 3,2% y el 3,5% en los dos próximos años, mientras las ganancias decepcionaban un poco, la contención del gasto disminuyó, y las presiones a largo plazo de los derechos sociales continuaron aumentando. Dados los recientes cambios fiscales (la legislación y el paquete de gastos), estamos esperando que el déficit fiscal se incremente al 4,25% del PIB este año, y alcance el 4,75 para el año fiscal 2019. Aquí es cuándo entrará en vigor una mayor parte de la legislación promulgada recientemente y, por supuesto, los desafíos fiscales a más largo plazo, en términos de gasto social, siguen sin resolverse.
Nada de esto hace que algún tipo de crisis fiscal sea probable en el corto plazo. Tales advertencias extremas rara vez se materializan en los países, que pueden tomar préstamos en su propia moneda. Como solía bromear el expresidente norteamericano Ronald Reagan, "no estoy preocupado por el déficit. Es lo suficientemente grande como para cuidarse solo". El problema real es menos llamativo, incluso mundano. Cuanto más pide prestado el gobierno durante los períodos de pleno empleo, menos recursos hay disponibles para otras cosas que potencialmente mejoran la productividad. Los tipos de interés aumentan y el crecimiento del stock de capital de la nación se desacelera. Y todo esto limita el alcance de los estímulos fiscales durante la próxima recesión.