Cuando el 23 de junio los británicos se encuentren frente a las urnas, encontrarán dos boletas con la pregunta que titula estas líneas. Allí decidirán algo que en principio es mucho más transcendente que una elección legislativa o hasta general: quedará en manos de los ciudadanos votar la permanencia o no de las islas británicas en la Unión Europea.
La Ley que impulsó este referendo data de 2015, y desde ese momento no han dejado de surgir especulaciones de todo tipo. Claro que, si nos basamos en los antecedentes, en 1975 una elección similar, pero que no hablaba de la Unión Europea sino de la Comunidad Económica Europea, dio como resultado que casi el 70% de los ciudadanos británicos eligió quedarse con el resto del continente.
Si bien los resultados son inciertos, hay una presunción de que finalmente Reino Unido seguirá siendo parte de la Unión, como lo desea el partido Laborista. Lo expuesto sirve como preámbulo para comprender que podría pasar con la libra Esterlina en uno u otro caso.
Reino Unido ha conservado su moneda y se ha negado a entrar en la zona euro. Pero si bien la divisa británica tiene su vida propia, es innegable la influencia que sobre la misma impone el euro. Es habitual que una siga el movimiento de la otra, y la mayor cantidad de veces es la libra la que sigue el juego del euro.
La libra es esencialmente una moneda mucho más volátil, que está más expuesta a los datos propios de Reino Unido que el euro, que se ve afectado por datos provenientes de toda Europa,pero con un volumen de negociaciones varias veces mayor.
En el caso de una salida de Reino Unido de la Unión Europea (los que le buscan nombre a todo le pusieron Brexit), la libra podría verse afectada a la baja, y en forma profunda. Si bien quienes defienden el “sí” esgrimen que las islas se verán beneficiadas y tanto el gobierno como el Parlamento local gozarán de mayor soberanía, la libra no parece ser beneficiada. Esta debería comenzar a comportarse como una moneda más, y si bien a muy largo plazo podría estabilizarse, estimamos que caída podría ser dura ante la salida de Reino Unido de la Unión.
Si finalmente triunfa el “no”, la cuestión es más sencilla. Nada cambiará esencialmente, más allá del mal humor de los perdedores, y la libra estará algo más atada al euro. De la suerte de este se puede desprender el destino de la libra. Claro que si esto ocurre y se cumplen nuestros pronósticos, la libra no tiene por delante el mejor de sus años. Ya está lo suficientemente lejos de su promedio histórico de 1,60, y una baja del euro, que esperamos para el segundo semestre, podría llevar a la libra a la zona de 1,35 sin muchas dificultades.
La reunión de política monetaria del Bank of England del jueves 12 no ofrecerá cambios. La tasa de interés quedará sin cambios, en el 0,5%, como se mantiene desde marzo de 2009. Y por supuesto tampoco los habrá cuando unos pocos días antes del referendo, el 16 de junio, se lleve a cabo la reunión del mes próximo.
Se juega mucho Reino Unido con esta elección, aunque como en el caso de otros fuertes debates que tuvo Europa -la crisis de Grecia fue el más significativo-, probablemente pase sin pena ni gloria. Por mucho nombre con final “exit” que le busquen.