El domingo twiteaba: “El piso en los commodities lo marcará el piso en el Euro y tengo la sensación que al euro todavía le queda mucho recorrido bearish….”.
También twiteaba días atrás: “si algo sale mal, imprima y listo….”. Esta sencilla frase bien podría resumir los últimos siete años de política monetaria internacional.
A Japón le llevó cinco años enterarse de que Estados Unidos le planteaba una guerra de monedas, a Europa parecería comenzarle a caer la ficha seis años desde que la Fed de Bernanke comenzó a bombardear de QEs al mundo entero exportando desempleo y llevando entre otras cosas a la zona euro al borde de la deflación.
No es que quiera ser redundante con decir que la situación de deuda y crecimiento en Europa es altamente preocupante y hasta me animo a decir insostenible, rondando ahora la deflación, aun cuando la historieta PIIGS por el momento haya quedado fuera de moda.
Basta con observar la dinámica de la deuda a diez años de Grecia para darnos cuenta claramente que ha habido una fiesta muy intensa en todo lo que es deuda europea aun cuando Europa siga tan en el horno como en 2010.
Después de los comentarios de Draghi, parecería que el BCE finalmente se acerca a su propia implementación de QE. Parecería que para el 2015 queda planteada una clara guerra de monedas entre dos centrales urgidos por neutralizar una fuerte presión deflacionaria: Japón vs Europa.
En este entorno reflacionante en euros es probable que las materias primas queden condenadas a una tendencia bearish no sólo fundamentada en la devaluación intencional del BCE sino además en la clara desaceleración de la economía China quien fue el principal motor del boom de las commodities de los últimos años.
En este entorno claramente reflacionante, la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) parecería por primera vez desde el 2007 quedar relegada a un segundo plano en materia de dominancia monetaria.
El tiempo dirá si dicho letargo monetario no genera un aumento de incertidumbre basada en el hecho de que una cosa es la Fed a cargo de la reflación global y otra muy distinta puede ser un BCE que siempre se muestra con muchas dudas.
La velocidad con la que el euro eventualmente pueda devaluarse bien podría significar una sustancial diferencia en el equilibrio de mercado que se viene observando a nivel global.
También es cierto que, desde hace años, los mercados decidieron concluir que lo de Europa está todo “OK” aun cuando no hay un sólo número que cuadre, en especial, para las economías más comprometidas tales como Grecia, Portugal o España.
Todavía ahora y unos cuantos años tarde, el BCE parecería querer mover “un cacho a favor” de la Europa del Sur. Por lo que, en un mundo en donde tarde o temprano los rendimientos en EE.UU. inexorablemente subirán, me imagino a una Europa con un desempleo relativo muy superior al de Estados Unidos y con un problema de deuda no resuelto, muy vulnerable entonces a una subida de la deuda.
En ese contexto, una sustancial depreciación del euro bien podría operar como estabilizador automático y finalmente con una distorsión monetaria de la Fed en retirada converger a un equilibrio de 1.20 mucho más acorde a la realidad que le toca vivar a Europa.
Pero es precisamente este escenario el que me estoy comenzando a imaginar: un BCE sonando más “dovish” para evitar que la zona euro entre en deflación, versus una Fed a la que se le acerca el tiempo de jugar el rol de satélite monetario sin la enorme contundencia que vino mostrando desde el 2007.
Me pregunto entonces:
- ¿Podrá el BCE replantear su estancia crónicamente “hawkish” a nivel monetario y ajustarse finalmente a una realidad en Europa que, sin la ayuda indirecta de la Fed, requiere de un banco central decididamente más “dovish” (laxo)?
- ¿Veremos finalmente a un BCE que ante la ausencia de la Fed comience a tornarse más “dovish”, generando un cambio de dinámica en el euro y mostrándose como un ancla confiable?
Queda claro que estamos en presencia de un cambio de paradigma lento, gradual pero con enormes consecuencias en precios relativos.