La palabra “dificultades” no deja de tener un cierto carácter eufemístico, teniendo en cuenta la magnitud de los problemas que actualmente afronta la economía mundial en general y, por extensión, también los mercados de activos.
Sin ir más lejos, la semana pasada conocimos el dato de paro estadounidense para abril: 14,7%, es decir, una subida de más del 10% con una destrucción neta de más de veinte millones de empleos en un solo mes, algo nunca visto desde la Gran Depresión, más propio de las Uvas de la Ira que del mundo de las redes sociales e Internet. Un dato, casi diríamos, para la historia, que se une a las fuertes contracciones de crecimiento publicadas, no solo en EE.UU., sino a escala global.
Grieta entre el BCE y Alemania
Además, siguiendo la célebre frase de Yasser Arafat de que “Europa no perderá la oportunidad…de perder la oportunidad…”, el Tribunal Constitucional de Alemania consideró estos días de atrás como “desproporcionado” el programa de compras de deuda pública lanzado por el BCE en 2015, exigiendo que se modifique o justifique dicho programa en un plazo máximo de tres meses. Esta aseveración la hizo en sentencia donde, por cierto, desestimaba una reclamación presentada por varios grupos privados germanos, que pedían la ilegalidad de tales políticas monetarias.
Si bien la posibilidad de una vuelta atrás en el proceso de compra de activos es extraordinariamente improbable (entre otras cosas, no parece muy complicado que el Bundesbank pueda justificar dichas compras) y, en ese sentido, la reacción de la Unión Europea no se ha hecho esperar, amenazando incluso con abrir un expediente a Alemania.
Este tipo de incidentes, en los que tan pródiga es Europa, no dejan de lanzar “ruido” a los mercados y a los inversores y, habida cuenta de que las junturas en la Unión Europea siguen siendo imperfectas, ni es la primera vez ni será la última. Pero la realidad es que el proyecto europeo no solo no se ha parado, sino que, visto con retrospectiva, el avance en la última década, a ritmo de crisis y de muchos momentos de decepción (como el Brexit, sin ir más lejos), ha sido mucho más que espectacular. En realidad, ha sido un auténtico hito histórico.
Positivismo en los mercados…
En todo caso, y de manera casi curiosa, con la excepción de la deuda pública, los mercados han reaccionado de forma razonablemente positiva en días tan complicados, mirando esencialmente la reducción de la tensión comercial entre China y EE.UU. y también, la progresiva reapertura de muchas economías, en función esto último de la mejora de los datos publicados sobre coronavirus.
Al fin y al cabo, la macro negativa era más que esperable y un traspiés en Europa tampoco es algo que, a estas alturas, nos vaya a sorprender. Como dijo el clásico, una mala tarde la tiene cualquiera…
…aunque la incertidumbre sigue alta
Dicho todo eso, la incertidumbre a nivel económico sigue estando muy alta. Como hemos comentado, los malos datos macro atrasados son esperables, pero el mercado está ávido de buscar una luz, es decir, algo de mejora, en los datos futuros. De no ser así, la valoración de activos puede volver a resentirse, singularmente la renta variable.
Por otra parte, si bien el futuro del Euro no corre peligro, sí podríamos contemplar volatilidad en las primas de riesgo, a medida que veamos déficits al alza (especialmente en la periferia) y disensiones entre los miembros de la Unión sobre cómo afrontar esta nueva oleada de deuda.
Por todo ello, máxima prudencia, muy propia del mes de mayo, en el que estamos.