Desde hace un año largo vengo haciendo comentarios sobre la grave situación económica y financiera que aún no ha llegado al punto de colapsar definitivamente, pero que parece ser prácticamente inevitable en el corto plazo que resta hasta fin de diciembre.
He venido pronosticando una fuerte desvalorización del euro en su paridad con el dólar estadounidense y he propuesto estrategias de inversión que se tradujeron en importantes ganancias para unos pocos inversores que confiaron en ellas y que dejando de lado sus temores trataron de amigarse con el riesgo implícito de este tipo de colocaciones financieras.
Lamentablemente, la mayoría de mis lectores dejaron pasar la oportunidad de obtener ganancias porcentuales mayores a tres dígitos vendiendo euros caros en dólares para recomprarlos más baratos, pero es comprensible esa actitud porque la aversión al riesgo y el temor a sufrir pérdidas es algo completamente natural e innato en los seres humanos, pero deja de ser saludable si impide tomar decisiones racionales y oportunas.
Cuando el miedo a perder es muy profundo se convierte en destructivo, ya que produce indeseados efectos de "parálisis" o "imprudencia" en la actitud de un inversor. Parálisis que no le permite actuar como está convencido de que debe hacerlo, dejando pasar de largo muchas oportunidades por el temor a sufrir potenciales pérdidas. Imprudencia que lo lleva a tomar decisiones apresuradas y erróneas para demostrarse a si mismo que puede vencer al miedo.
Reitero que durante varios meses vine anticipando que el precio de paridad del euro contra el dólar estadounidense se derrumbaría indefectiblemente, y que existía el peligro de que el experimento de unión europea podría llegar a su fin en la forma que hoy la conocemos. Sin embargo, la mayoría de los lectores de esos reportes financieros, producto de su aversión al riesgo y de su miedo a perder, ignoraron mis comentarios y simplemente se mantuvieron al margen del mercado esperando que las "sugerencias" de estos análisis se concretaran, para luego tomar una decisión que casi siempre termina llegando demasiado tarde. Es habitual que personas inteligentes y preparadas, que ven la oportunidad de ingresar a través de internet al mundo de los negocios financieros, terminen fracasando porque no pueden sacar de su mente el temor al riesgo.
Quienes tienen un excesivo miedo a perder nunca conseguirán tener una actitud ganadora, y seguramente existen muchos inversores que manejan sus propias cuentas, que por más horas y dinero que inviertan en educación, cursos, prácticas, estrategias, etc, nunca podrán poner en acción todos esos conocimientos adquiridos, sin amigarse con su temor a perder el dinero que se tiene o el que se ha ganado.
Uno no puede controlar la economía y tampoco a todas las variables que pueden llegar a afectar una inversión financiera, pero si resulta indispensable mantener un firme control de las propias emociones, que finalmente son las que llevan a tomar decisiones acertadas o erróneas. Si uno teme participar del negocio financiero, lo mejor es no hacerlo, pero si finalmente lo hace, debe pensar y comprender que existe la posibilidad concreta de sufrír pérdidas, y que ese hecho debe saber aceptarse con tranquilidad en caso de ocurrir.
Aún queda mucho terreno por delante para obtener ganancias extraordinarias porque el precio de paridad del euro contra el dólar se encuentra hoy en un rango fluctuante entre u$s 1,2200/1m2300 y no es una utopía vaticinar una próxima caída hasta el nivel de u$s 1.1500.- a medida que se acelere la crisis, y mucho más todavía si el colapso finalmente llega a un punto irreversible que lleve al desmembramiento de la Eurozona y a la desaparición parcial o total del euro como moneda sólida.
La falacia de manejar la economía a través de decisiones políticas no es o no quiere ser advertida por quienes tienen la máxima responsabilidad de gobernar para la gente, porque la globalización del mundo ha provocado un efecto colateral no deseado, la ramificación de ese cáncer conocido como corrupción. Los poderes politicos y financieros se han mimetizado para llenar sus bolsillos, y lo que hoy está viviendo el mundo no es una simple crisis económica y financiera, sino el abandono o la lamentable pérdida de valores éticos y principios morales cuyos significado solo tienen vigencia en los diccionarios de cualquier idioma, pero no se practican.