“No metas los dedos en el enchufe”. Esta es una orden o una advertencia seguida de amenaza de castigo, que bien podría dirigirle un padre a su hijo de entre dos y tres años. La mayoría de los pequeños que reciben tal mensaje, desobedecerán esa orden o advertencia por el sólo hecho de haberla recibido. Sin tener un respaldo fehaciente y ni mucho menos datos estadísticos que avalen dicha afirmación, podríamos asegurarlo sin temor a equivocarnos.
Este artículo no pretende ser una introducción a la psicología infantil ni una guía de cómo criar a sus hijos. Es solamente una metáfora que grafica lo que hoy vive la población argentina con el dólar. Dijimos en oportunidades anteriores, que en escenarios de incertidumbre (la mayoría de ellos en la historia de nuestro país) los argentinos dolarizan sus ahorros de la única manera mediante la cual la mayoría de ellos puede hacerlo, sin asesores ni intermediarios: comprandolos en efectivo y por ventanilla en cualquier banco o casa de cambio. La sensación de que el tipo de cambio está atrasado con respecto a la inflación, hizo pensar a muchos que una devaluación era inminente. Sobre todo teniendo en cuenta que arrastra un atraso importante respecto de la inflación interna.
Lo peor de esta historia no es que la gente estuviese en lo cierto al razonar de esa manera, sino que el Gobierno comenzó a convalidar ese sentimiento, de la peor manera: a través de controles y con el ente recaudador como ejecutor de la tarea. Martín Redrado, ex presidente del Banco Central, aseguró en una de sus conferencias, que la mejor manera de combatir una sensación de devaluación brusca era demostrando que los dólares estaban y que esa sensación era sólo eso, una sensación. Si pedían 100, darles 200. De esa manera la sensación de devaluación o de un fuerte shock se iba a ir disipando, y podría aplicarse alguna de forma administrada y gradual bajo un contexto de mayor tranquilidad. Exactamente todo lo contrario es lo que se hizo hasta ahora. Cuando la gente más temor tenía a una devaluación, surgieron los controles impositivos a la compra de moneda extranjera. Remontándonos a nuestra metáfora de los dedos en el enchufe, si yo tengo miedo a que se devalúe y encima me limitan el acceso al mercado cambiario, mis miedos estarán bien fundados y con más razón voy a querer tener dólares en mi bolsillo. Justamente eso fue lo que pasó, y la demanda no satisfecha en el mercado oficial se comenzó a canalizar a través del mercado blue. Un mercado mucho más restringido, con jugadores esencialmente diferentes a los del mercado oficial y completamente incapaz de absorber la demanda mencionada. Características más que suficientes para explicar la cotización que actualmente existe en ese mercado.
A la ya casi imposible tarea de comprar dólares en el mercado oficial como simple atesoramiento o bien sin un destino concreto, ahora los controles alcanzan a aquellos que quieran comprar moneda extranjera para viajes al exterior o quienes hayan sido beneficiados con un crédito hipotecario, que se acredita en pesos, y deban convertirlo a dólares para cerrar la transacción inmobiliaria. De los dos, el que mayor polémica generó fue el último. Si bien ya se estaba hablando de un enfriamiento en el mercado inmobiliario por las dificultades crecientes para acceder a los dólares, estas medidas seguramente tengan mayores efectos negativos en dicho mercado.
Por lo pronto, ya comenzaron los debates para que se considere la posibilidad de pesificar las transferencias de inmuebles. Obviamente no es tan sencillo, ya que históricamente esas operaciones se concretaron en dólares y hasta tanto no haya algún tipo de reglamentación al respecto, será algo muy difícil de llevar a la práctica.