Revisamos con frecuencia lo que sucede en Japón, pues el mercado financiero nipón parece ser un campo de pruebas para los Estados Unidos. Las innovadoras soluciones para estabilizar el sistema se introducen primero en el país del sol naciente, y solo después de unos años llegan a Occidente.
Los japoneses ya han llegado a un punto en que el banco central compra deuda del gobierno por cientos de miles de millones de dólares al año, de modo que el rendimiento de los bonos a 10 años es casi nulo. De esta forma, el Banco de Japón mantiene bajos costes de préstamos, los cuales disfrutan entidades de todo el mundo. En pocas palabras: la cooperación de los bancos centrales está en pleno apogeo, el dinero proveniente del Banco de Japón que entra al mercado mitiga de alguna manera los efectos de las subidas de las tasas de interés en los EE. UU.
El problema es que la escala de intervención en Japón es tan grande que la facturación diaria en el mercado de deuda en este país ya se cuenta no en miles de millones, sino en billones de dólares. Además, hubo días en los que no se produjo intercambio de bonos. El único jugador activo es el Banco de Japón, el cual posee el 41% de todos los bonos del gobierno. Esto es una prueba de que el mercado puede morir no solo como resultado de trastornos políticos, sino que también puede ocurrir en un país democrático que cayó en la trampa de la deuda.
Volviendo al volumen de negocios en el mercado de bonos japonés, el siguiente gráfico muestra cómo con la compra de deuda y el aumento en el balance del Banco de Japón (línea verde), la facturación en el mercado de bonos del gobierno (línea roja) disminuyó gradualmente.
Muchos inversores abandonaron por completo el interés en el mercado de deuda, lo que provocó que la volatilidad cayera al 1,27% (línea verde en el siguiente gráfico).
No se puede descartar que esta volatilidad persista en niveles tan bajos durante más tiempo, y luego explote como resultado de una gran crisis financiera mundial.