Si el conflicto de Ucrania se acaba convirtiendo en un conflicto a gran escala o incluso en una guerra civil entre los prorusos del este y los proeuropeos del oeste, la comunidad internacional va a vivir una situación delicada, sobre todo porque este conflicto va a enfrentar a los antiguos enemigos de la guerra fría. Hasta el momento, hemos visto diferentes intentos de los gobiernos occidentales, con EE.UU. a la cabeza, de persuadir a Rusia con sanciones para que se abstenga de echar más leña al fuego tras la anexión de Crimea.
Si aumenta la tensión, evidentemente las sanciones serían más duras, ya que se intentaría reducir la operativa habitual de Rusia y sus oligarquías en el mercado e infligir así un daño mayor a la economía del país; un país que ya está sufriendo las consecuencias de una reducción de su actividad económica. Rusia sería el país más afectado, junto con Ucrania, que está pagando los años de gestión deficiente y de corrupción. Si se produce alguna interrupción en el suministro de gas, muchas economías europeas sufrirían un fuerte batacazo por el aumento del precio del gas pese al amplio volumen de suministro con la reducción de la demanda por la temporada estival.
Hasta el momento, en los mercados de materias primas, hemos visto sobre todo una reacción en el oro, el crudo, el trigo y el níquel ante los acontecimientos de Ucrania. El oro ha experimentado hasta ahora algunos atisbos de compras como refugio, aunque por el momento el soporte solo ha aguantado unos días, hasta que han surgido las ventas. El trigo ha contado con el soporte que le confiere la preocupación por los recortes en la producción este verano en la región del Mar Negro, que resulta clave para la exportación, junto con la preocupación por las condiciones meteorológicas en las llanuras meridionales de EE.UU. El crudo ha reaccionado a la preocupación por la interrupción del suministro si Rusia cierra el grifo a Europa como represalia por las sanciones. Entre tanto, el níquel ha reaccionado a las mismas probabilidades de que se produzcan interrupciones en un momento en que ya se estaba dibujando un rally contundente como reacción a una prohibición de la exportación por parte de Indonesia, el mayor productor del mundo.
Los precios del crudo podrían repuntar en un primer momento si Rusia corta el suministro a Europa, y ya vimos en un par de ocasiones con la Primavera Árabe de 2011 que unos precios del petróleo por encima de los 120 dólares/barril tienen un impacto negativo sobre el crecimiento global. Pero un movimiento como este sería toda una sorpresa y resultaría absolutamente contraproducente para Rusia ya que recibe unos ingresos ingentes por su petróleo por parte de Europa. La dependencia entre Rusia y la antigua Unión Soviética y Europa ha aumentado con los años, particularmente en lo que se refiere al crudo y el gas. Merece la pena recordar que incluso durante los peores años de la guerra fría, el petróleo no se usó nunca como arma entre ambos bandos, por lo que el riesgo de que se produzca algo así es relativamente reducido.
A pesar de que el mundo está centrado sobre todo en el riesgo de que aumente el precio del petróleo, esta historia tiene otra faceta que podría cambiar completamente las perspectivas. En 1986, Arabia Saudí cejó de golpe en su empeño por mantener los precios del petróleo estables, particularmente después de que Rusia incrementara por su propia cuenta la producción de petróleo. Como consecuencia, Arabia Saudí tuvo que reducir la producción para mantener los precios estables. Cuando comenzó a incrementar la producción en 1985 y 1986, los precios se derrumbaron desde cerca de 30 dólares/barril hasta tocar fondo en los 10,50 dólares/barril en marzo de 1986. La consecuencia fue una caída masiva de los ingresos para la Unión Soviética, un factor que sin duda tuvo su peso en la desintegración de la misma, unos años más tarde, en 1991.
En estos momentos tenemos una situación similar, ya que EE.UU. cuenta con unos inventarios récord de crudo en el mercado por la pujanza del petróleo de esquistos en los últimos cinco años. Además, a esta situación se añade el hecho de que la Reserva Estratégica de Petróleo, con un precio medio de 30 dólares/barril, cuenta actualmente con casi 700 millones de barriles. Este organismo se constituyó tras la crisis del petróleo de los 70 para garantizar que se contara con reservas para un mínimo de 90 días de importaciones en caso de interrupción del suministro. Hoy en día, la Reserva tiene un volumen mucho mayor del necesario, ya que tanto el consumo de EE.UU. como las importaciones están cayendo. El gobierno estadounidense prohíbe desde 1979 la exportación de crudo y si el Congreso decide retirar dicha ley, el país podría convertirse en un gran exportador de petróleo, sobre todo si tenemos en cuenta el volumen de petróleo al que se podría acceder actualmente con petroleros a través del Golfo de México.
Si EE.UU. decidiera reanudar las exportaciones, dicha decisión afectaría al mercado global de petróleo, un mercado que ya está experimentando un aumento mayor de la oferta que de la demanda y en el que no es muy difícil prever una caída de más de 25 dólares/barril. Un movimiento así traería consecuencias en todo el mercado global de petróleo y podría tener los mismos efectos sobre Rusia que los sufridos por la antigua Unión Soviética con las decisiones de Arabia Saudí en 1986. Ante esta situación, a nosotros nos parece muy improbable que alguna de las partes de este conflicto vaya a recurrir al “arma del petróleo”.