En los mercados financieros se habla permanentemente de los niveles de precios más importantes, así como también de las variables financieras y económicas que pueden ser más relevantes para analizar un activo en particular o el mercado en general. Sin embargo, el horizonte temporal es una variable que no debe perderse de vista a la hora de tomar decisiones inteligentes en los mercados.
Una gran ventaja
Una de las principales ventajas que tiene un inversor individual sobre los profesionales del mercado es su capacidad para tomar decisiones de inversión con un horizonte temporal más extenso.
Los gestores profesionales de fondos evalúan el retorno de sus portafolios en términos mensuales, trimestrales y anuales. Cuando un administrador de fondos obtiene retornos por debajo del promedio de mercado en esos períodos de tiempo, esto muchas veces significa que puede perder clientes o, incluso peor: perder su empleo.
Por tal motivo, muchos profesionales están permanentemente buscando las alternativas que mejor retorno generan en las próximas semanas o meses. Dado que la industria es intensamente competitiva, no resulta sencillo encontrar estos activos y obtener retornos superiores a los de otros gestores profesionales.
En cambio, el inversor individual no necesita rendirle cuentas a nadie en términos de los resultados de corto plazo, lo cual en ocasiones le permite sacar ventaja de algunas oportunidades inusualmente atractivas.
Supongamos el caso de una compañía sólida y de buena calidad, que por algún motivo reportó ganancias por debajo de las expectativas en un trimestre en particular. Es habitual que los precios reaccionen a la baja ante este tipo de situaciones, y resulta complejo saber cuánto tiempo va a demorar el activo en retomar la tendencia alcista de precios.
Para un gestor profesional de fondos, que necesita generar buenos resultados en los próximos meses, es probable que esta alternativa de inversión no resulte muy atractiva, ya que no se visualiza con claridad un escenario de recuperación en un plazo lo suficientemente breve.
En cambio, un inversor que gestiona su propio capital puede considerar que el timing de la recuperación no es realmente un gran problema. Ya sea que los precios se recuperen en un trimestre o en un año, la operación de compra tal vez es lo suficientemente rentable para justificar la demora en la recuperación. Así las cosas, un inversor de largo plazo puede sacar provecho de las decisiones que toman los inversores de corto y mediano plazo.
En los últimos años se ha expandido fuertemente la presencia de algoritmos de alta frecuencia en los mercados financieros. Se trata de sistemas puramente cuantitativos que operan en rangos temporales que pueden ser incluso inferiores a un segundo.
Estos sistemas generalmente operan en el mismo sentido de la tendencia prevaleciente. Si los precios están cayendo, lo más habitual es que los algoritmos de alta frecuencia ingresen nuevas órdenes de venta para apostar a la baja. Esta dinámica tiene el efecto de exacerbar los movimientos de precios a corto plazo.
Volviendo al ejemplo anterior, el caso de una compañía de calidad que reporta datos decepcionantes en un trimestre, la influencia de los algoritmos de alta frecuencia puede magnificar considerablemente la caída de precios a corto plazo, llevando el ajuste a niveles excesivos.
Un inversor individual, quien tiene la posibilidad de mantener las posiciones durante meses o años, puede capitalizar la volatilidad irracional de precios para comprar activos de calidad a precios extraordinariamente atractivos.
Riesgo, volatilidad y horizonte temporal
En el mundo financiero muchas veces se asume que volatilidad es igual a riesgo. Sin embargo, el horizonte temporal juega un rol fundamental en términos de cómo la volatilidad impacta sobre los riesgos del portafolio. Con un horizonte de largo plazo, la volatilidad puede incluso convertirse en una fuente de oportunidad.
Los activos de bajo riesgo, como los bonos del tesoro de los Estados Unidos, ofrecen generalmente niveles bajos de retorno y de volatilidad. Por otro lado, los activos de alto riesgo, como las acciones del sector tecnológico, generan rentabilidades sustancialmente mayores a largo plazo, y a cambio aportan niveles de volatilidad también superiores.
Para un inversor de corto plazo, volatilidad y riesgo están íntimamente relacionados. Cuando el horizonte de tiempo es de unos pocos meses, no hay demasiado tiempo para recuperarse en caso de un ajuste de precios, y la volatilidad es un factor clave de riesgo.
Sin embargo, el efecto de la volatilidad es muy diferente para un inversor con un horizonte de largo plazo. Pensemos por ejemplo en una persona de 40 años que está invirtiendo para su retiro, dentro de 25 años. En ese caso, un activo más volátil y rentable es comparativamente más atractivo que para un inversor con un horizonte temporal de unos pocos meses.
El inversor de largo plazo sabe que no va a necesitar liquidar la posición a precios deprimidos. Entonces, puede aprovechar las caídas para incrementar posiciones a valores atractivos, vendiendo solo cuando las cotizaciones son convenientes.
En el caso del inversor de largo plazo, un activo más volátil y con expectativas superiores de retornos es claramente más atractivo. No solo esta inversión ofrece retornos superiores, sino que el inversor dispone de la flexibilidad necesaria para comprar y vender en los momentos más adecuados, lo cual ayuda a potenciar los retornos.