El precio del petróleo vuelve a tirar hacia arriba en las últimas semanas de febrero. Ahora las causas son el crudo invierno de esta parte del hemisferio y las tensiones con Irán. En cualquier caso, lo cierto es que el precio de la gasolina en el surtidor alcanza máximos históricos. El desastre de Fukushima, tras el terremoto y el maremoto del año pasado, empieza a quedar atrás, pero sus efectos en la percepción del público sobre la energía nuclear difícilmente se borrarán en mucho tiempo. Los conflictos sobre el gas natural, en cuanto a seguridad del suministro y despliegue de los gasoductos, alcanzan niveles de cuestión diplomática. La pugna internacional sobre los efectos y la contención de las emisiones de gases contaminantes enfrenta a las grandes potencias. La política de estímulo a las energías renovables en España se ha convertido en una materia muy controvertida. ¿Alguien duda de que el sector energético constituye un asunto de alto voltaje?
La eficiencia del mercado y la seguridad en el suministro son las grandes preocupaciones tradicionales de los responsables de las políticas energéticas nacionales. A las que se une, en los países que deben importar la energía que consumen, la necesidad de reducir la dependencia exterior para evitar el peso de la misma sobre la balanza de pagos. A estas exigencias se suma, ahora, la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero en la generación de energía. Acertar con la política adecuada no es tarea fácil.
A nivel internacional se plantean dos grandes desafíos en las próximas décadas. El primero es atender la creciente demanda de energía de los países en desarrollo. El segundo, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para contener el cambio climático. Se trata de dos retos difíciles de cumplir a la vez, ya que el 87% de la energía que se consume en el mundo proviene de petróleo, carbón o gas natural, las fuentes contaminantes. Las energías «limpias» (hidroeléctrica, solar, eólica, etc.) no llegan al 8%, mientras que el resto es energía nuclear. El esfuerzo en la contención de las emisiones de carbono es importante en los países desarrollados. En el conjunto de los 34 que forman la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico las emisiones de dióxido de carbono se han mantenido estables en los últimos 10 años. Pero en los países en desarrollo las emisiones se han doblado en este mismo periodo. Mantener el crecimiento y el desarrollo de estos países sin aumentar las emisiones es complicado y muy caro. En la reciente cumbre sobre el cambio climático en Durban (Sudáfrica) se volvieron a poner de manifiesto las grandes resistencias que despiertan los intentos de limitar las emisiones, si bien cabe reseñar algunos avances.
España es muy deficitaria en energía, ya que la producción propia apenas cubre una cuarta parte del consumo total. Ello supone cada año una considerable factura por importaciones energéticas. Si del déficit corriente de 2011 (3,9% del producto interior bruto) restamos el saldo de la balanza energética, resulta que el saldo estaría prácticamente en equilibrio. España, siguiendo la estrategia acordada con el resto de países europeos, ha decidido que la reducción de la dependencia energética y de las emisiones contaminantes pase por una mayor participación de las energías renovables en la generación. Sin embargo, satisfacer este objetivo representa un cambio significativo en el mix de generación, cosa que, lejos de relajar la polémica, plantea mayores retos para la política regulatoria del sector en los próximos años. Sin duda, la controversia sobre muchos de los aspectos que rodean la política energética seguirá rodeando al sector durante mucho tiempo.