Nadie tiene más experiencia con diferentes sistemas de relajación cuantitativa (QE) que el Banco de Japón (BoJ), pero tras varias décadas sin apenas éxito, el banco central sigue recurriendo a ello como un adicto que necesita su dosis. Al igual que un adicto, cada vez hace falta más dosis para obtener los mismos efectos.
Por tanto, a nadie sorprende que la estrategia triple del Primer Ministro Abe no haya logrado reanimar la economía; las perspectivas de crecimiento para 2014-16 se han revisado a la baja y la inflación ha empezado otra vez a caer.
De hecho, esta última sufre aún otro golpe con el primer aniversario de la subida del IVA de 2014, lo que empeorará el factor demográfico de la presión deflacionaria y el poder adquisitivo real de los hogares cae de golpe pese al ajustado mercado laboral.
Frente a este revés, prevemos la posibilidad de que la inflación se dispare hasta al menos el 5% el próximo año en Japón, y sin tener en cuenta otra subida del IVA en este escenario.
La constante emisión de moneda por parte de un Banco de Japón, cada vez más partidario de bajar los tipos, que con los niveles actuales comprará cerca del 60% de cualquier nueva emisión de bonos del gobierno, sin contar la renta variable y otros activos, animará los precios de los activos y a su vez, la presión sobre los mismos.
La constante caída del yen frente a otras divisas importantes, particularmente el dólar estadounidense y el euro, impulsa al alza los precios de los bienes y los servicios, lo que incrementa la inflación en los próximos trimestres.
Además, puede que la caída esté lejos de terminar, ya que los inversores extranjeros huyen de los activos japoneses al prever nuevos estímulos monetarios, lo que supone otro riesgo alcista para la inflación.
Por tanto, nuestra peor previsión es que la inflación alcanzará el 5% en Japón el año que viene.