El sentimiento suele aflorar cuando lo esperado se vuelve inesperado. Es así como ocurre cuando las bolsas gravitan en una órbita diferente a la que habíamos planeado. Casi siempre sucede, el cohete que usted propulsó al espacio bursátil lleno de dinero apalancado, comienza a variar de ruta e inicia derivas difíciles de mantener. Cuando esto sucede, le invade una sensación de desamparo, como si fuera una niño desvalido sin que nadie pueda ocuparse de su situación. Al contrario también ocurre. Cuando todo es mejor de lo previsto y esperado, se convierte en el increible Hulk pensando que no hay ni persona ni momento mejor que usted y su operación cohete igual de apalancada que cuando se vuelve perdedora.
El mercado se ha convertido en el termómetro mundial de las sociedades desarrolladas capitalistas. Esto hay quien hoy en pleno siglo XXI les cuesta digerir, sea por ignorancia o por pura pataleta reaccionaria infantil.
Las bolsas que cotizan hasta los rulos de su abuela, apuestan por la continuidad por defecto.Y cuando sucede lo inesperado, la pasta se larga fugazmente o retorna si fue una falsa alarma. El problema puede agraviarse cuando se amenaza de forma constante con eso de que viene el lobo. Y sea este lobo real o ficticio, cuando las ovejas marcharon no volveran a pastar por si acaso fuera real. Ese sentimiento emocional hace que las bolsas palidezcan de un día para otro sin saber el motivo. Hoy desconocemos si hay o no lobo, y ello genera tal incertidumbre bursátil que rompe todas las figuras técnicas, las series históricas y los modelos predictivos. La consecuencia más grave: que la pasta se marche sin motivo por pura emoción generada por terceros. ¡Ojo!.