Muchos inversores —muy mal asesorados, por cierto— cambiaron sus fondos de renta fija “normal” —los que invierten en deuda pública o deuda corporativa de alta calidad crediticia— por fondos que invierten en deuda corporativa de alto rendimiento, también conocida como “High Yield”. Fue una muy mala idea y sigue siéndolo.
Para empezar, cuando un bono ofrece un rendimiento mayor que la deuda pública o que la deuda corporativa de buena calidad crediticia es porque implica mayor riesgo. Cuando todo va bien en los mercados no se nota, pero cuando las cosas se complican porque, por ejemplo, se teme que pueda producirse una recesión, la cosa cambia.
Si además el temor a la recesión es porque los bancos centrales han cambiado de política monetaria y han pasado de bajar los tipos de interés a subirlos, esto afecta a todos los activos de renta fija, se llamen como se llamen. Y si suben los tipos de interés, sobre todo si suben mucho, hacen mucho daño al precio de los bonos, tal y como dijimos en su día y como ha quedado sobradamente demostrado (el precio de los bonos se mueve de forma inversamente proporcional a los tipos de interés).
Si además todo lo anterior coincide con el momento en el que los bancos centrales no solo dejan de comprar bonos, sino que, como ocurre con el norteamericano y ocurrirá en el futuro con el europeo, empiezan a venderlos, entonces estamos ante la tormenta perfecta para los fondos de renta fija de alto rendimiento. Porque, si bien el mercado de deuda pública es muy grande y la retirada de compras por parte de los bancos centrales hace daño pero se va absorbiendo con cierta gradualidad, en el caso de los bonos de alto rendimiento se trata de un mercado mucho más estrecho y, al igual que cuando empezó a comprar por ejemplo el BCE se notó mucho al alza los precios, en el momento que deja de comprar el banco central de turno se nota mucho a la baja.