Semanas atrás hemos visto y oído como se ha puesto sobre la mesa en el parlamento británico el debate sobre la continuidad o no en la Unión Europea. Ante el referendum del próximo 23 de junio, partidarios y detractores están acaparando portadas para abanderar movimientos a favor y en contra.
Hay razones evidentes de que el resultado será afirmativo por una clara y ventajosa distancia. El Reino Unido evidencia de esta manera su hegemonía demócrata europea y cerrará este capítulo el próximo trimestre. Suena a una clara estrategia por controlar los tiempos en asuntos tan "molestos" como callar voluntades de los nacionalistas ingleses o la inmigración, entre otras.
La cuestión de la identidad nacional es para nostálgicos cuando los hechos históricos y los datos económicos arrojan un saldo muy positivo a favor de seguir dentro de la Unión Europea. Hay una mayoría silenciosa que conserva su frialdad pragmática para no desconectar al país de su principal mercado y su área de influencia política más evidente.
Este "paripé" ha hecho depreciarse a la libra respecto del dólar estadounidense, un hecho que abarata y debilita pero a la vez potencia su economía de cara al exterior. Mientras todo va sucediendo, la cotización ha logrado llegar a niveles de mínimos históricos, como suelo a priori, como así ocurriera en las dos últimas crisis, las subprime y las puntocom.
Desde el punto de vista técnico, es una extraordinaria oportunidad de compra, poco apalancado y a medio-largo plazo con el fin de obtener niveles propios de los pasados recientes años. Toda una apuesta de coherencia y sentido si el Reino Unido no quiere acabar siendo tan sólo una isla desvinculada.