Como hemos comentado en “Cuadernos” anteriores, una de las consecuencias de esta crisis podría ser un ajuste al alza de los tipos de interés. Parece difícil que, por ejemplo, la Eurozona incremente su endeudamiento a niveles desconocidos históricamente y que Alemania y el Norte de Europa abandonen su política de austeridad y que todo eso no tenga ningún efecto sobre los tipos de interés.
Conviene recordar que lo que hace un país cuando emite bonos, es decir, cuando emite deuda, es pedir dinero prestado. En este caso no se lo pide un banco a los inversores, pero a la hora de la verdad es exactamente lo mismo. Ahora los gobiernos del mundo entero van a pedir prestado como no lo han hecho nunca en la historia.
Ciertamente si un país es solvente y los mercados consideran que pagará sus deudas y los intereses de estas no tendrá problema en endeudarse hasta las cejas, como es el caso de, por ejemplo, Japón.
Sin ser Europa tan fiable como Japón, puesto que no tiene nada que ver el norte con el sur, la presencia del norte puede permitir que el endeudamiento total de la Eurozona se dispare y que esto no suponga una crisis de deuda “per se” si la Eurozona actúa unida y coordinada.
Ahora bien, al igual que un banco no tiene problema en incrementar lo que le presta a alguien que es rico o a una gran empresa, si aumenta esa deuda hacia niveles realmente llamativos lo normal es que el banco pida una prima que compense el mayor riesgo que asume. Por eso se llama prima de riesgo. Es lo que tendría que subir, en nuestra opinión, en los bonos soberanos, sino de toda Europa, si en gran parte de ella, o más bien de sus bonos de medio y largo plazo, que es el instrumento principal que utilizarán los Estados para endeudarse. De hecho, en el largo plazo si el norte hace piña con el sur debería subir esa prima de riesgo en toda la eurozona, puesto que, aunque no se mutualice oficialmente la deuda, en la práctica el resultado es similar.
En cualquier caso, podríamos asistir a un ajuste al alza de los tipos de interés en los mercados y cualquier movimiento es susceptible de ser rentable para los inversores. O todo lo contrario en el caso de los fondos de renta fija de medio y largo plazo, que son lo que más tienen los ahorradores españoles.
Hace ahora ya siete meses, cuando el bono alemán tenía un tipo de interés negativo del -0,80 % y el bono español a 10 años solo pagaba un 0,20 %, lanzamos una nota de análisis —que por cierto está a disposición de todos los nuevos clientes de Nextep con perfiles agresivos, pues es un producto volátil— explicando que existía un producto que subía cuando subían los tipos de interés de los bonos europeos.
La idea ha funcionado bien (el tipo del “bund” alemán está en -0,40% y el del bono español al 1%), pero podría funcionar mejor todavía en el momento en el que el Banco Central Europeo deje de apoyar la cotización de los bonos europeos mediante las compras masivas que conforman el estímulo monetario (QE) que está llevando a cabo para apoyar la economía de la eurozona.
Cuando se inicie el “tapering” ocurrirá algo parecido a lo que ocurrió en Estados Unidos cuando esta palabra se hizo famosa, precisamente por la decisión de la Reserva Federal de detener la compra de bonos y empezar a reducir su balance. A los inversores en bonos todavía les duele la subida que tuvieron los tipos de interés en el mercado. Evidentemente falta tiempo para que eso ocurra en Europa, pero es ahora cuando es interesante incluir en cartera ese tipo de posiciones con visión a largo plazo.
Hay otro beneficiario, mucho más sencillo, simple y de fácil acceso. Son los productos de renta fija de corto plazo que se benefician del hecho de que esas posiciones de corto plazo según sean renovadas lo hacen a un tipo superior si aumentan los tipos de interés de corto plazo, cosa que ya hemos visto que se produce en los países con peor situación crediticia como son España o Italia. Porque no será sólo en los bonos de largo plazo donde suban los tipos de interés. Será donde más suban, pero el Euríbor ya nos ha avisado de que los de corto no serán inmunes.
Hay que saber elegirlos. La duración —que los plazos de vencimiento de las posiciones sean de corto o medio plazo—, la calidad crediticia y, lo más importante: las comisiones. Afortunadamente el mercado español ha avanzado mucho y hay algunos productos con comisiones realmente competitivas.
Además, como, aunque suban los tipos es muy improbable que los bancos europeos quieran volver a pagar el ahorro como hacían antes, este tipo de productos se pueden convertir en una alternativa muy interesante al depósito bancario.