Los precios del petróleo en dólares están alcanzando máximos de los últimos años como resultado de la incertidumbre sobre su suministro por las tensiones geopolíticas en Oriente Medio en un entorno en el que además la actividad en algunas áreas se comporta mejor de lo esperado. Un petróleo más caro supone para los países consumidores mayores costes de producción y un traspaso de renta hacia los productores. En todo caso, parece razonable pensar que el impacto directo negativo de un choque petrolero en la demanda de los países consumidores netos es menor del que lo fue en décadas pasadas simplemente porque la intensidad de uso de este producto es menor que antes. Como se observa en el gráfico adjunto, la cantidad necesaria de petróleo para atender un aumento real del PIB, ha caído el 40% en EEUU y casi el 60% en China, aunque el consumo absoluto crece, sobre todo en China, porque su PIB se ha disparado en las últimas tres décadas.
Para México es difícil deslindar el impacto neto de esta situación de precios de petróleo más elevados y menor demanda de otros productos por parte al menos de nuestro principal cliente, EEUU. Por un lado, el mayor precio de uno de sus principales rubros exportadores se suma a que los consumidores, a diferencia de lo que ocurre en otros países, permanecen aislados de la subida de precios de las gasolinas; pero por otro, está el efecto de la menor renta disponible de nuestros
clientes externos aun suponiendo que el neto en términos de renta fuese positivo para México, hay que considerar también cuál es el destino de ese mayor ingreso obtenido por el sector público federal: subsidio implícito de gasolinas, y por lo tanto escasa respuesta de los consumidores al encarecimiento de un recurso no renovable (ver gráfico), y redistribución al resto de administraciones para atender gasto público y dotar fondos de estabilización y contingencia ante calamidades (más lo primero que lo segundo).