Uno de los escenarios que pueden darse dada la situación económica de un país es "la trampa de liquidez". Este término fue desarrollado por el famoso economista inglés John Maynard Keynes.
Keynes exponía en su teoría que ante una situación de bajo consumo y no crecimiento económico había una primera opción para incentivar la inversión y el consumo. Respaldaba una disminución de los tipos de interés para que las empresas, profesionales y particulares pudieran financiarse más barato, poder generar oferta y así estimular la demanda.
El problema aparece cuando a pesar de bajar los tipos una y otra vez con un límite máximo del 0% es cuando se genera la trampa de liquidez. Si no se pueden bajar más los tipos y la crisis económica persiste, cabe una alternativa. Que los bancos centrales impriman dinero para comprar activos. Este es el caso en el que se encuentra la Reserva Federal estadounidense (FED).
A pesar de inyectar 85.000 millones de dólares mensuales, bajar a 75.000 millones de dólares mensuales y seguir reduciendo, las cifras macro no acompañan a pesar de la política monetaria practicada. En Europa, con el BCE a la cabeza en materia económica, se siguen los pasos.
No se ha podido resolver esta problemática situación, y la deuda estatal crece fruto de las continuas inyecciones de capital mensuales en el sistema. Por tanto, podemos concluir como fracasada o ineficiente la política monetaria siendo incapaz de estimular la inversión y el consumo como principal objetivo.
Llegados a esta conclusión, Paul Krugman, célebre premio nobel de economía en 2008 y considerado un postkeynesiano, planteó una solución ante semejante situación: aplicar una política fiscal expansiva, es decir, su tesis desarrolla que incrementando el gasto público, podrá aumentar el empleo y como consecuencia el PIB del país.
El problema actual del Estado norteamericano y de Europa es que se encuentran en un desequilibrio financiero importante, con un elevado déficit público, por lo que la posibilidad de hacer viable el modelo de Krugman es difícil.
Otra de las posibilidades al hilo de la teoría de Krugman es esperar a que empresarios y consumidores decidan invertir y consumir porque esperan que sus ahorros se devalúen en el futuro por motivos inflacionarios. Esto y creer en Dios como el gran salvador del mundo es prácticamente lo mismo, y siendo realistas, el consumidor como el empresario aboga por una preferencia por la liquidez, es decir, las personas conservan su capital antes de invertirlo a espera de condiciones favorables del mercado.
Mientras tanto, ni funciona la solución de Keynes ni la de Krugman, y cada mes, EE.UU. y Europa son más deudoras y sus economías no consiguen avanzar, se estabilizan e incluso desaceleran su actividad.