PALABRAS DEL DR. AGUSTIN CARSTENS, GOBERNADOR DEL BANCO DE MÉXICO, EN OCASIÓN DE LA PRESENTACIÓN DEL LIBRO ”MEMORIA CONT

Senador Carlos Navarrete Ruíz – Presidente de la Mesa Directiva del Senado
Senador Melquiades Morales Flores – Presidente de la Comisión del
Bicentenario y Centenario
Senador Rogelio Rueda Sanchez– Secretario de la Comisión de Desarrollo
Social y Secretario de la Comisión de Hacienda y Crédito Público
Contador Público- Marcelo de los Santos- Director de Casa de Moneda

Una vez más es un honor estar presente en este recinto del Senado de la República y ofrecer un saludo respetuoso a sus honorables integrantes. Este hecho hace aún más satisfactorio para mi poder participar en calidad de Gobernador del Banco de México en esta ceremonia que se ha organizado para presentar el bello libro intitulado “Memoria Contante y Sonante. Monedas, billetes y medallas de la Independencia y la Revolución”. La gran variedad de especies que se presentan en este y otros tratados sobre numismática es, sin embargo, un reflejo de la intensa
inestabilidad monetaria que ha sufrido México durante algunas épocas.
El Banco de México aceptó con gusto colaborar en la coedición de esta obra y desde un principio en el proyecto cultural que le dio origen impulsado por el senador
Melquiades Morales. Lo hizo por solidaridad y reconocimiento con el Senado de la República y además por razones de especialización institucional. La Casa de Moneda y el Banco de México son las únicas instituciones facultadas para fabricar dinero. En el caso de nuestro instituto central a esa facultad se aúnan las funciones de administración monetaria que tiene asignadas por ley y los objetivos que
debe procurar en beneficio de la economía nacional. La oportunidad es por tanto propicia para compartir con tan distinguido auditorio algunas reflexiones sobre la importancia de tener una moneda sana y bien administrada, tomando como perspectiva histórica lo ocurrido en esta materia durante la Independencia y la Revolución.
Aunque es posible identificar paralelismos entre lo ocurrido en materia de moneda durante la Independencia y la Revolución existió una diferencia muy importante en ambas experiencias. Esa gran diferencia estuvo marcada por la forma excesiva en
que se recurrió durante el periodo revolucionario a la emisión de papel moneda. A esos billetes que se depreciaron vertiginosamente el público los bautizó con el término genérico y despectivo de “bilimbiques”. Aparte de la destrucción que inexorablemente se produjo durante la guerra de Independencia, me permito destacar los perjuicios que sufrió el sistema monetario. Los principales
problemas se derivaron de la escasez de moneda y de las grandes dificultades que enfrentó su distribución a lo largo y ancho del territorio nacional. Asimismo, el panorama de dificultades monetarias se complicó con la plaga de la falsificación que asoló tanto a las emisiones realistas como insurgentes y los problemas que surgieron con la autenticidad dudosa de muchas de las piezas que circularon.
La escasez de moneda en el periodo se explica por varias causas. Una primera, por los daños que sufrió la producción de metales de cuya amonedación se originaba el aumento de la oferta de dinero. El segundo factor, ya mencionado, provino de las dificultades de transporte que se padecieron en la época. Por un lado, los caminos sufrieron destrucción y a ello cabe agregar los peligros que pendían sobre el transporte por la amenaza de los grupos de insurrectos o de gavillas de asaltantes. Este hecho histórico me permite destacar una función que la banca central moderna realiza en México con eficiencia y seguridad y sobre la cual no siempre tiene el  úblico la conciencia debida. Me refiero al sistema de distribución de moneda con que cuenta el Banco de México y el cual permite que haya circulante suficiente en todas las poblaciones del país, con piezas en buen estado físico y en las  combinaciones adecuadas de billetes y monedas.
Otras dificultades monetarias que sufrió la población durante la Independencia y que anunciaban las que surgirían en la Revolución tuvieron que ver con tres factores: con la moneda promisoria que expidió una facción insurgente, con el
atesoramiento de moneda y con los resellos y contramarcas que se prodigaron en el periodo. El atesoramiento de moneda se explica porque existieron en el periodo especies circulantes de distinta calidad. Así, el público guardaba las piezas con mayor valor y dejaba en la circulación las que lo tuvieran en menor medida. En particular, este fue el caso de la moneda promisoria en cobre que creó en 1811 Ignacio López Rayón y que constituyó el primer ejemplo en México de
moneda con valor intrínseco inferior al valor facial. El calificativo de “promisoria” proviene de que se trató de promesas de pago que se saldarían una vez que triunfara la insurgencia.

También las emisiones monetarias que se realizaron durante la Revolución padecieron los problemas derivados de su pluralidad, de su dudosa legalidad y de la vulnerabilidad ante el peligro de su reproducción apócrifa. Per en el caso de las
especies revolucionarias a esos tres males se sumó uno mucho más grave relativo a su cantidad. Los dos principales bandos revolucionarios –el “constitucionalista” encabezado por Carranza y el villismo— recurrieron en forma amplísima a
la emisión de papel moneda y esas emisiones fueron la causa del muy intenso proceso inflacionario que se experimentó en México en el periodo. A guisa de ejemplo, de agosto de 1914 en que Carranza tomó la capital a diciembre de 1915 la cotización en Nueva York del billete constitucionalista se desplomó en más de 400 por ciento.
Carranza explicó que las únicas opciones de financiamiento asequibles para el movimiento constitucionalista habían sido la emisión de papel moneda, los préstamos forzosos o las incautaciones discrecionales. Acto seguido, el llamado
Primer Jefe señaló que se había recurrido a la emisión de billete a sabiendas de los efectos perniciosos que ello implicaba. Y Carranza no se equivocaba. Efectos
perjudiciales muy graves se causan cuando se expide moneda en cantidades excesivas. En la Revolución los precios subían a tal velocidad que tan pronto caía dinero en manos de los ciudadanos, éstos se apresuraban a gastarlo exacerbando aún más el agudo proceso alcista. Después de derrotar militarmente al villismo, el gobierno carrancista trató infructuosamente de resolver el problema del papel moneda constitucionalista mediante el proyecto del llamado billete infalsificable. Cabe atribuir el fracaso de ese proyecto a que de los cuatro problemas que padecía el billete constitucionalista solamente ofreció solución para los tres primeros –la diversidad de emisiones, la legalidad de las piezas y la falsificación— pero dejó insoluto el que era quizá el más grave de ellos: el de su excesiva cantidad.
Señoras y señores: Después de la Primera Guerra Mundial hubo otros casos de
hiperinflación en países como Alemania, Polonia o Hungría. Todas esas experiencias fueron muy traumáticas. Los daños que sufren los pueblos con las inflaciones se agudizan en razón directa a la intensidad del proceso alcista. En las fases inflacionarias quienes más sufren son los estratos populares y las personas menos favorecidas en la escala social.
Pero la historia de la inflación en el siglo XX no se terminó con esas experiencias extremas. En América Latina se escribió un capítulo importante y también doloroso por las inflaciones que se desataron principalmente durante el tercer cuarto de ese siglo. Por desgracia, México no se salvó de esas vivencias desestabilizadoras. Recordarlas nos ofrece perspectiva para entender las reacciones reformistas que
surgieron a fin de evitar nuevos brotes de inflación.
México, como es bien sabido, fue un caso importante en ese movimiento reformista. La autonomía que se le otorgó al Banco de México en 1994 responde a la motivación de procurar que nuestro país cuente con una moneda estable y
sólida. Esta aspiración no debe verse, porque no lo es, como un fin en sí mismo sino como un medio para tener una economía más próspera e incluyente. La estabilidad es una precondición indispensable para crecer de manera sostenida
con elevación continua del empleo y de los salarios reales.