Patricia Vázquez
México, 25 jun (EFE).- Sin haber unido a los países emergentes y con el apoyo de sólo 14 naciones, el gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, se ha convertido en el primer gran desafío que enfrentan los 66 años de hegemonía europea al frente del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Pese a las pocas expectativas de resultar elegido, Carstens se ha mantenido en la carrera hacia la dirección del FMI con el aliciente de ser el primer candidato de un país emergente que el Consejo Ejecutivo de la institución tendrá sobre la mesa cuando deba tomar la decisión, el próximo 30 de junio.
"Tiene una visión muy clara del FMI y le apasiona el tema multilateral, al que aporta su visión tanto de exministro como de gobernador de una economía que ha pasado por las peores crisis", ha dicho a Efe el exportavoz de Carstens en Hacienda y hoy alto ejecutivo del Banco Santander, Rodrigo Brand.
Para el director de la consultora mexicana Bursamétrica, Ernesto O'Farril, "la postulación de Carstens es un parteaguas en la historia del FMI, congruente con el cambio de sus estatutos y el mayor papel de las economías emergentes".
Los 24 miembros del Consejo Ejecutivo del FMI, que representan a los 187 países de la institución, deberán elegir entre Carstens y la ministra francesa de Finanzas, Christine Lagarde, apoyada por la Unión Europea y por algunos de los mayores países en desarrollo.
El mexicano, que cuenta con una larga trayectoria en su país y experiencia en el FMI, donde fue director ejecutivo, ha reconocido su desventaja y ha llegado a admitir que la disputa con Lagarde "es cómo comenzar un partido de fútbol con el marcador 5-0".
Pese al "gran prestigio" de Carstens dentro y fuera de su país, la elección "es política y depende de los votos de los países que tienen cuotas distintas" en el organismo, dijo en un encuentro celebrado esta semana con corresponsales en México el presidente del BBVA, Francisco González.
El principal argumento de Carstens para recabar apoyos durante su reciente gira mundial, que le ha llevado por una docena de países, es que la tradición impuesta desde la creación del FMI, en 1945, de que el director tenga que ser europeo resta "legitimidad" a la institución.
Carstens ha destacado sus habilidades en la gestión de crisis y su capacidad para ver los problemas financieros de Europa desde un lugar "más objetivo".
Brand opina que Carstens analizará la situación de Europa "con ojos frescos" y con la experiencia de haber vivido situaciones similares.
Para el director de Bursamétrica, la misión del FMI "va más allá de la construcción de Europa" y la elección de un europeo al frente de la institución supondría "un conflicto de intereses".
Pese a su desventaja ante Lagarde, Carstens considera que con su postulación los países emergentes sentarán un precedente aunque se necesiten varias elecciones para lograr el puesto.
Las autoridades mexicanas, que lanzaron su candidatura el pasado 22 de mayo, opinan que la selección de dirigentes en instituciones como el FMI "debe realizarse de una manera abierta, transparente y basada en méritos" y no en el origen del candidato.
Carstens tiene el apoyo de Belice, Bolivia, Colombia, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela, grupo al que se sumó España, quien comparte sillón en el FMI con México y posteriormente Costa Rica.
Pero ni el escándalo sexual que hizo renunciar al último director del FMI, Dominique Strauss-Kahn, ni las críticas a la falta de visión ante la crisis mundial recibidas por el anterior equipo, liderado por el español Rodrigo Rato, han restado fuerza a la candidatura europea.
El exportavoz de Carstens considera que, al margen de la elección, hay una discusión más de fondo sobre la división del voto dentro de la institución y se muestra partidario de revisar el papel de los países emergentes y de los equilibrios dentro de la entidad.
Sin embargo, Brand admite que los países emergentes también deberían reflexionar sobre cómo abordar su representación ante éste y otros organismos multilaterales.
O'Farril coincide en que más allá del cambio en la dirección del FMI, la entidad debe acometer una reestructuración más profunda que le permita contar con instrumentos de supervisión que puedan atajar crisis mundiales como la actual. EFE