Nunca es fácil predecir la dirección del mercado. En muchos sentidos, sus vaivenes son impredecibles. Sin embargo, algo es seguro. Los mercados fluctúan. Suben y bajan. Y no hay mucho que el inversor pueda hacer al respecto. Lo irónico es que todo inversor debe tomar decisiones basándose en pronósticos. Después de todo, este juego consiste en comprar barato hoy para vender más caro mañana. Se invierte con una expectativa. Lo que se estima es el futuro en relación al presente. ¿Estaremos mejor?¿Estaremos peor?
Aquí no estamos hablando del inversor idiosincrático. Este inversor es, definitivamente, otro tipo de animal. Este inversor quiere cambiar el mundo con su dinero. En el fondo, es un reformador con una agenda ética, social o política que utiliza su dinero como un arma de cambio. Eso implica que se escoge el instrumento de inversión que se acopla a sus valores. En este caso, el lucro pasa a un segundo plano. Por ejemplo, digamos que tenemos dos opciones de inversión. La primera opción es la más rentable. Sin embargo, la junta directiva de la empresa no cuenta con mujeres o su actividad genera muchos gases de efecto invernadero. Un inversor idiosincrático podría escoger la opción menos rentable por razones más allá que financieras.
- Gestión de Riesgo: Ganancias y pérdidas