Siempre ha existido una especie de relación amor-odio entre la comunidad Bitcoin y los escarabajos del oro. Ambos coinciden bastante cuando critican al dólar, pero difieren en las alternativas. Es cierto que Bitcoin y el oro comparten muchas cosas en común. Es más, Bitcoin se ha llamado en muchas ocasiones el “oro digital”. Sin embargo, las diferencias son importantes. En muchos aspectos, son activos muy distintos. El mercado del oro es mucho más maduro que el del Bitcoin. Bitcoin implica más riesgo, pero mayores promesas. Por otro lado, el oro es más conservador y se considera una inversión más segura. Es natural que los dos mercados atraigan temperamentos radicalmente opuestos. Últimamente, han surgido tokens respaldados por oro que podrían unir estos dos mundos. ¿Podrá durar ese matrimonio tan disparejo? El oro cuenta con una tradición de miles de años. Técnicamente, es una mercancía. Pero es una mercancía sumamente especial. Como otros metales, es un bien no renovable. Eso implica que su oferta es limitada. Esto quiere decir que es un activo escaso. Y como también es útil porque es utilizado en la joyería y en la industria, entonces tiene, al mismo tiempo, un valor de uso y un valor monetario. El oro es durable, divisible, portable, y fungible. Debido a estas propiedades, ha servido como dinero en el pasado. En la actualidad, no es usado como medio para intercambio comercial, pero por mucho tiempo lo fue. Hoy el dinero es básicamente electrónico. Entonces, el oro ha evolucionado para convertirse principalmente en un resguardo de valor. Claro que es una materia prima. Pero para muchos inversionistas es solo un resguardo de valor.
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Los gobiernos usan oro como reserva. Pero prefieren utilizar dinero fíat como moneda de curso legal porque el dinero fíat es más flexible. Una economía basada en oro está destinada a estancarse o fracasar. Es cierto que el exceso de liquidez genera inflación. Sin embargo, la falta de liquidez crea deflación. Y, con deflación, la economía se contrae causando una crisis. El dinero fíat tiene la ventaja de que se puede administrar en una manera que sea un estímulo para la producción de bienes y servicios. Si la producción de bienes y servicios es la adecuada, la liquidez no debería causar inflación. Entonces, es un asunto básicamente de equilibrio. El dinero fíat no es malo si se administra con prudencia. He aquí el detalle. La prudencia es una virtud muy difícil de practicar. Las pasiones políticas y sociales no siempre se ajustan a los preceptos de la prudencia. Es por eso que un sistema diseñado especialmente para el equilibrio presente tantos desequilibrios. Los políticos, y los pueblos que los apoyan, siempre buscan una economía creciente. Son adictos a la liquidez, pero no quieren pagar el precio de sus excesos. Esa situación hace inevitable los ciclos y las crisis.