La inflación interanual en los Estados Unidos cayó levemente en enero. Pasó de 6.4% en diciembre a 6.4% en enero. El mercado esperaba una caída mayor. Sin embargo, caída es caída. Claro que los precios de los alimentos y la energía subieron. Lo que nos apunta a unos mayores aumentos de las tasas de interés por parte de la Reserva Federal. En este momento, no es muy descabellado asumir que la inflación será más difícil de reducir de lo que piensan los mercados. ¿Acaso los mercados no se equivocan?
Es posible que el optimismo actual se esté basado en la "falsa" expectativa de que todo saldrá color de rosas en la lucha contra la inflación. Puede que todo sí salga color de rosas. Sin embargo, ese escenario no está garantizado. Muchas cosas deben salir bien para que se cumplan las expectativas de los más optimistas. Temo que, en una situación tan complicada como la actual, muchas cosas pueden salir mal. Y, cuando muchas cosas pueden salir mal, algo normalmente sale mal.
La narrativa optimista no es muy difícil de poner en duda, si nos vamos a los detalles. Cierto que se han ganado muchas victorias por el lado del suministro. Lo que es muy bueno. En gran medida, las distorsiones en el suministro causadas por la pandemia y el exceso de demanda están encontrando cierto alivio. Sin embargo, ahora la principal fuente de inflación la encontramos en el sector servicios y se relaciona estrechamente con los altos costos laborales. Esta sí es una galleta difícil de romper. Y se podría decir que, en este momento, el mercado está subestimando la complejidad de esta situación. Porque, con un mercado laboral tan ajustado, no es muy racional esperar una reducción de la inflación fácil y sencilla.